Jerez,

Pablo GONZÁLEZ,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

El fútbol se puede entender, ver y explicar de muchas maneras. Pero al final lo que cuenta es ser capaz de hacer caer del lado que interesa la balanza de los aciertos, y minimizar, en lo posible, los errores. Ayer en Chapín el Sporting supo hacerlo para sumar tres puntos que lo mantienen entre los mejores y de paso romper el gafe en un campo en el que los gijoneses sólo habían arañado un punto en seis visitas. Un golazo de Barral por toda la escuadra y un cabezazo de Sastre en el descuento, con el Xerez volcado buscando el empate, certificaron cuatro partidos de Liga sin perder. Todo un pleno que seguramente desatará la euforia del sportinguismo. Habrá que ver si el equipo de Preciado es capaz de aguantar el tipo, sobre todo cuando casi todo no venga dado de cara.

La afición del Sporting puede tener motivos para ilusionarse. En otras circunstancias, sin ir más lejos la pasada temporada, los tres puntos se habrían escapado. Pero en estos momentos a los gijoneses les sale casi todo. Marcan en el momento justo, alcanzan a cerrar los partidos y cuentan con tipos como Gerard o Matabuena para agarrarse al campo cuando el equipo más sufre. Y si esto falla, siempre aparece Roberto. El gallego sigue demostrando por qué no hace mucho fue uno de los porteros más cotizados de la categoría. Ayer sus paradas arreglaron a tiempo fallos propios o aciertos del rival. En cuanto a fútbol, poco. El mal estado del campo, el calor, y las intenciones de los locales, más preocupados en la primera parte de desactivar a Barral, Diego Castro y Kike Mateo, no permitió muchos alardes. Aún así, hubo algo de virtuosismo a ráfagas. En la primera parte, el Sporting encomendó su juego de ataque a Kike Mateo y a la estrategia. El murciano hizo lo que pudo, y la pizarra no siempre funciona. Los demás argumentos ofensivos se centraron en las patadas a seguir de Roberto hacia Barral. Algo sencillo que estuvo a punto de aportar algún rédito. El Xerez jugó a base de chispazos, en ocasiones empujado por la velocidad por banda de Momo y Carlos Calvo, o espoleado por la impaciencia de su público, incapaz de aguantar que los suyos se tomaran un respiro con triangulaciones en el centro del campo. El potencial de los andaluces es digno de tener en cuenta. Su entrenador, Miguel Ángel Rondán, se permitió el lujo de dejar en el banquillo a Yordi y Antoñito, para dar la alternativa a otro peso pesado como Míchel. El ex rojiblanco hizo lo que pudo. Tuvo alguna ocasión clara y ayudó a generar otro puñado. Pero la cara del Xerez cambió radicalmente, ya en la segunda parte, con la entrada de los citados Yordi y Antoñito.

Aunque antes de todo esto se produjeron otras cosas, pero pocas en la primera mitad. El primer acto dejó un disparo de Barral de falta, que Chema despejó como pudo a saque de esquina. Momo respondió con un gran pase a Míchel. El delantero lo hizo casi todo bien: controlar con el pecho y encarar a Roberto.

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