Sakhir (Bahrein), Á. FAES,

enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

La partida de póquer de esta noche no tendrá interrupciones. Hace tres semanas, unas horas antes de correr en Albert Park, Robert Kubica interrumpía cada dos por tres para lamentar cómo se le había escapado la pole por un error en el último momento. Fernando Alonso, uno de los compañeros de mesa, se desesperaba. Ayer, el polaco consiguió el mejor tiempo por primera vez en su carrera. «Esta vez no estará tan pesado con lo de la última curva y disfrutará de la partida», advirtió el asturiano.

Robert Kubica (Cracovia, 1984) no cabía ayer en el mono de alegría. Se estrenó como «poleman» y lo celebró a lo grande en el circuito. La caravana de BMW rebosaba felicidad. Los mecánicos sacaron al paddock la pizarra que delataba el logro de su piloto. Era el hombre del día, el más buscado en Sakhir. Desde Japón 2006, el primer puesto de la parrilla no se escapaba de la dupla Ferrari-McLaren. En aquella carrera la logró con Renault el después campeón Fernando Alonso. Ayer se la quedó un amigo del asturiano, el piloto con el que tiene mejor sintonía. Se conocen desde la época del karting, aunque el polaco solía correr en una categoría inferior. Ya entonces lo ganaba todo. «Siempre he dicho que de los de su generación era el mejor. Si antes ganaba a Rosberg y a Hamilton, era lógico que aquí también lo hiciera. Me alegro mucho por él», dice Fernando Alonso.

Robert Kubica es un tipo apreciado. Ayer se llevó mil felicitaciones. Casi todos los pilotos se le acercaron. Aceptó con gusto, pero advirtió: «Está bien ser un tipo que cae bien, pero en la Fórmula 1 se necesita velocidad, no amigos». A lo mejor es por cosas así lo de su buena relación con Alonso. Los dos responden a un patrón parecido. El polaco rechaza la obligada corrección que reina en el paddock. «Hay demasiada política en la Fórmula 1», afirmó no hace mucho. A Kubica le gusta llamar a las cosas por su nombre, pero no es pretencioso ni le gusta figurar. Dice que ni se acuerda de la última vez que acudió a una fiesta.

En 2006 se subió por primera vez al podio, en Monza. Era su tercera carrera, después de sustituir a Villeneuve en BMW. No volvió al cajón hasta hace dos semanas, en Malasia, con un segundo puesto. Allí culminó un gran esfuerzo, el que le llevó a perder 7 kilos en 7 semanas para quedar sólo en 68, con 1,84 metros de estatura.

Crece a la vez que su escudería, con la que también sufrió el estancamiento de 2007, cuando ya se les esperaba en las victorias. Fue un año duro para Kubica. No dio el rendimiento previsto y, además, estuvo en boca de todos con su espectacular accidente en Canadá. Sufrió cuando los médicos no le dejaron competir en Indianápolis, a la semana siguiente. En su salto a la fama trascendió un asunto personal que nunca aireó: una gran admiración por su compatriota Juan Pablo II. Del cuello del piloto cuelgan varias medallas y un pequeño crucifijo. Salió ileso del leñazo de Canadá, y dicen que eso reforzó su fe.

Sakhir (Bahrein), Á. F.

Martin Whitmarsh, director general de McLaren y segundo de Ron Dennis en el equipo de Fórmula 1, y Norbert Haug, el hombre de Mercedes en la escudería, aseguraron ayer que el ambiente en su equipo durante la temporada pasada había sido bueno y que la rivalidad entre Hamilton y Alonso no había sido tan encarnizada como se contó en su momento.

Whitmarsh dijo que el asturiano «nunca manifestó en el equipo que estuviera descontento», mientras que fue Norbert Haug quien defendió a la escudería. «Me crean o no, el año pasado no hubo mal ambiente en el equipo, al menos dentro de nuestro garaje, y tampoco hubo una relación tan mala entre los dos pilotos», explicó el alemán.