Oviedo, Mario D. BRAÑA

Sólo ocho años después de su independencia (1990), Croacia estuvo a punto de dar una campanada mundial. Lo impidió una de esas rarezas que de vez en cuando nos depara el fútbol. Los croatas dominaban la semifinal frente a Francia en el Mundial-98, gracias a Suker, cuando ocurrió lo inesperado: Thuram, entonces lateral derecho de la selección francesa, marcó sus primeros goles con la camiseta azul. Croacia tuvo que conformarse con el tercer puesto, que no es poco, y demostró la grandeza de su fútbol. Diez años después los croatas vuelven a estar llamados a algo grande.

Y eso que su selección actual no tiene nombres tan sonoros como la del Mundial francés. En el 98 Croacia contaba con figuras del renombre de Boban, Prosinecki y Suker, completados por futbolistas tan estimables como Simic, Jarni, Vlaovic, el ex sportinguista Stanic y el ex oviedista Jerkan. Al frente de la defensa de aquel equipo superofensivo estaba Slaven Bilic, que ahora triunfa como seleccionador. El tercer puesto de 1998, tras derrotar a Holanda en el partido de consolación, llenó de orgullo a un país de 4,5 millones de habitantes.

Ese orgullo renació el pasado 21 de noviembre, cuando la Croacia de Bilic enmudeció a Wembley con una victoria que dejaba fuera de la Eurocopa a Inglaterra. Fue una demostración de fútbol y también de carácter. En un ambiente frenético, típicamente británico, los croatas fueron capaces de frenar la reacción de Inglaterra, que igualó un 0-2, para ganar 2-3 y facilitar la clasificación de la Rusia de Hiddink.

Desde entonces, Bilic no ha recibido buenas noticias, sobre todo por la pérdida de su referencia atacante, Eduardo da Silva, por la terrorífica entrada de Martin Taylor que le partió la pierna en el Birmingham-Arsenal. Da Silva fichó por el Arsenal en 2007, ocho años después de ser captado por el Dinamo de Zagreb para sus categorías inferiores. Da Silva, consciente de sus nulas opciones en su país de nacimiento, Brasil, aceptó nacionalizarse croata. Ahora es un ídolo.

Para sustituir a Da Silva, el seleccionador croata tiene varias opciones. Por ejemplo, el ya veterano Olic, que con su velocidad y olfato de gol ha sacado al equipo de muchos apuros. Bilic también podrá contar con Klasnic, un potente ariete del Werder Bremen que ha vuelto a ser convocado para la selección tras un trasplante de riñón. «Klasnic y los demás jugarán por Eduardo, el más responsable de la clasificación de Croacia para la próxima Eurocopa», señaló el seleccionador.

Las dudas de la delantera también alcanzan a la defensa, pero por otros motivos. El eje central, formado por Robert Kovac y Darío Simic, se ha roto por la suplencia en sus respectivos equipos, el Borussia Dortmund y el Milan. Bilic, un experto en la materia, busca soluciones, que ya ensayó en el último amistoso, frente a Escocia.

En cualquier caso, la gran fuerza de Croacia está en su centro del campo. Especialmente gracias a dos jóvenes jugadores que determinan el estilo, creativo y valiente, que intenta implantar Bilic. Es el caso de Niko Kranjcar, que se está haciendo un nombre en la prestigiosa Premier League inglesa, aunque sea en el modesto Portsmouth, y, por supuesto, de Luca Modric, que sigue en la Liga croata por la cabezonería del presidente del Dinamo de Zagreb, que ha dado calabazas a los mejores clubes europeos. Los últimos rumores apuntan a que Modric acabará en el Chelsea el próximo verano a cambio de 25 millones de euros, un precio que podría variar en función de su brillo en el gran escaparate que será la Eurocopa.