Estimado José Antonio, qué cerca y qué lejos quedan los éxitos en tu Sevilla natal y en los dominios de los cañoneros del Arsenal. Aún se oyen, y se leen, los aplausos sevillanos a tus salidas por banda con goles de frescura y juventud. Incluso la estadística inglesa nos recuerda de vez en cuando tu hazaña como el primer español en conseguir la Premier. Tus traspasos sonaban a éxito. Fíjate en los números: 20 millones de liras pagó el Arsenal, y 12 millones de euros, el Atlético de Madrid por tus servicios. Pero esto es una carrera de fondo y tu rendimiento en el Real Madrid se adelantó más al olvido que a los coches y ropa de gama alta con unas -dicen- amistades peligrosas. Tu tocayo, el filósofo Marina, dice que estamos intoxicados de comodidad. Y eso parece que te dio el dinero, porque en el Atlético sólo publicitas por los problemas extradeportivos y un rendimiento cuyos números claman al cielo y al desahucio de la casa rojiblanca. Pero aún tienes tiempo de decidir el camino. Ya sabemos que el económico lo tienes bien asfaltado, pero es demasiado corto el objetivo para lo que querías ser y, además, como dice Azuara, «hay gente tan pobre, tan pobre que sólo tiene dinero». Pero tú puedes recuperar esos baches del lugar donde reinabas. Depende exclusivamente de ti, los entrenadores no tiran piedras contra su tejado, pero debe importarte el quedar solamente atrapado en tu pasado reciente de papel couché. Es cosa tuya y nada más.