El deporte gijonés se ha puesto de moda bastante más allá de la fiebre rojiblanca que cruza fronteras y mares. Dos de los tres comentaristas que ayer tuvo la TPA para la Subida al Naranco eran ciclistas gijoneses: Chechu Rubiera y Carlos Barredo. Otro gijonés, Nacho Orviz, hacía cumbre en un ocho mil con Edurne Pasabán y otros montañeros de fuste. Un gijonés en lo más alto del mundo, siguiendo la estela de la escuela de montañeros y alpinistas de Gijón, cuyo papel en este deporte siempre ha sido muy brillante. La propia Edurne Pasabán daba fe de que el gijonés iba en la cordada victoriosa. Lejos de Gijón, pero en plena victoria.

El triunfo de mañana, el del Sporting, es lo que espera la fiel infantería rojiblanca, que escucha a Kike Mateo y se da cuenta de que la plantilla tiene un guía seguro. «Este equipo tiene que ganar en casa, porque fuera va a sacar puntos». Pues eso, ganar en casa para seguir una semana más en los puestos de ascenso, que la cumbre del ocho mil se acerca.

No hay nada como ganar para que no aparezca ni un solo problema. No hay nada como perder para que todo salte por los aires. Es el caso del Barcelona: veinticuatro horas después de la derrota en Manchester, no quedan apenas cabezas a salvo. El presidente, el entrenador y todos los capos del vestuario, incluido Eto'o, están en la puerta de salida. Salvo Messi y pocos más, ninguno vale para la temporada que viene. Y eso, damas y caballeros, no parece lo mejor para la estabilidad de un vestuario. Son las cosas de los clubes grandes, que están obligados a ganar y que no les vale con caer en los finales de la Liga o en las semifinales de la Liga de Campeones. Otro tanto sucede con el Valencia, adonde no irá Marcelino porque el club vive tal ruina que tiene que vender hasta los balones usados. La temporada pasada fue el presidente del Betis quien no se atrevió con el proyecto de Marcelino, y así le fue. Ahora es el Valencia, que no sabe por dónde tirar y que vuelve al mercado en busca de un entrenador que acepte el mojo y limpio, que diría un canario. Fernando Sanz, antes defensa central y ahora presidente, dice que ponerse al frente del Málaga es hacer un máster. Casi nada. Máster, el que debió de darle Cher a Tom Cruise en los ochenta, según confiesa, a buenas horas, la actriz venida a menos. Son tiempos en los que los purasangres tiran del carro de la basura. Mondo cane.

Son buenos tiempos para el deporte gijonés, que espera confirmar la gran aspiración de los últimos tiempos. Siete escalones quedan para hacer cumbre, siete escalones para la gloria.