«Me llamo John Ford y hago películas del Oeste». Así le gustaba presentarse a John Ford, director de un puñado (o dos) de obras maestras del cine en general y del western, en particular. «Me llamo Real Madrid y gano ligas». Así le gusta presentarse al Real Madrid Club de Fútbol, el equipo que ha protagonizado más de un puñado (y de dos) de obras maestras del fútbol en general y de la Liga española en particular. John Ford dirigía westerns y el Real Madrid gana ligas. Pero cuidado, no es lo mismo.

El Real Madrid de estos últimos años gana Ligas, pero no pasará a la historia del fútbol. Hubo un tiempo en que el Madrid protagonizaba «La diligencia», «Pasión de los fuertes» o «Centauros del desierto». Eso ocurrió en una galaxia (con perdón) muy lejana. Ahora el Madrid gana ligas con el mismo aire rutinario con el que Mel Gibson se metió en la piel del policía Martin Riggs en «Arma Letal IV». El Madrid de Capello y el Madrid de Schuster ganaron la Liga sin acción, como en «Esperando a Godot», la obra de teatro de Beckett en la que, en realidad, no pasa nada. Pero así es el fútbol moderno (al menos en España): aburrido, repetitivo y triste. Como en «Esperando a Godot», así hemos pasado el rato, viendo ganar al Madrid mientras los demás equipos se empeñaban en ponerle el título en bandeja. Habríamos pasado el rato de todas formas, es verdad, pero no habría pasado tan deprisa. El fútbol, aunque sea aburrido, es un potenciador de la vida. Por eso nos hemos pasado varios meses esperando al Godot de la emoción y del buen fútbol y, aunque no hay noticias de Godot, se nos ha pasado el rato volando. Hace bien poco el Madrid era campeón de Liga y ahí lo tenemos otra vez. Calderón, bicampeón. Qué cosas.

¿A alguien le gusta cómo juega el Madrid? Imagino que sí. Decía Santo Tomás de Aquino que la belleza es aquello que es placentero de contemplar, pero Santo Tomás tuvo la desgracia de nacer a. F. (antes del Fútbol): el juego del Madrid es placentero de contemplar y, sin embargo, no es bello. Es más, sospecho que el Madrid de Capello-Schuster persigue la fealdad voluntariamente. Como en aquella exposición en Nueva York en 1921 de artistas fauvistas y cubistas que indignó a los artistas de tradición clásica hasta el punto de que unos estudiantes de arte ahorcaron una efigie de Matisse, los puristas del fútbol blanco abominan del juego de un equipo campeón pero feo. Es más, no faltan los madridistas clásicos que están deseando quemar una efigie de Schuster, como antes quemaron (es un decir) la de Capello. Alguien definió algunas obras del artista Marcel Duchamp como una explosión en una fábrica de pintura, y muchos definen al Madrid campeón de Liga como una explosión de aburrimiento en un campeonato que es una fábrica de bostezos.

Hay historiadores que, medio en serio medio en broma, explican la caída del Imperio romano de Occidente por el aburrimiento, un hastío profundo e incurable. Se me ocurre que la caída del Imperio madridista (en la Liga española, porque en Europa hace tiempo que ni es Imperio ni nada) puede llegar también por el aburrimiento que produce protagonizar westerns sin chispa, el hastío de esperar a Godot mientras se intenta contemplar la belleza sin que produzca placer.

«Me llamo Real Madrid y gano ligas». Ya, pero ¿por qué no llega «La diligencia»? ¿Dónde quedó aquella «Pasión de los fuertes»? ¿Qué fue de aquellos centauros que hicieron que noventa minuti en el Bernabeu fueran molto longos?