Avilés, I. URÍA

A Vicente González-Villamil se le conocerá siempre como el entrenador que llevó al Real Avilés Industrial a Segunda A en la temporada 1989-1990. El ovetense, reconvertido en la actualidad en ojeador para la agencia de representantes Botas, guarda un grato recuerdo de la ilusión con la que vivió el equipo un momento histórico que se fraguó en una serie de victorias agónicas de una plantilla «que nunca bajaba los brazos».

-¿Cómo se gestó su llegada al Real Avilés?

-Me dijeron que Pepe Frana quería hablar conmigo, yo no lo conocía. Me había visto entrenar y era un momento importante para el Avilés. Había mucha gente joven y poco presupuesto. Yo conocía bien al equipo juvenil y creía que tenía muchas posibilidades. Llegamos a un acuerdo de un año.

-Era un equipo hecho sin mucha convicción y al final dio la campanada con el ascenso a Segunda A. ¿Cuál fue la fórmula?

-Había una cosa muy importante: los jugadores que quedaban de la temporada anterior eran muy buenos y experimentados. Contábamos con un once titular muy competitivo, por lo que habían heredado de Raúl González y porque a los jóvenes les gustaba entrenar. Quico hacía que todo el mundo entrenase y trabajase muy bien.

-Se le recuerda como un técnico con mucho carácter.

-Si te llevas bien con los jugadores, si les hablas claro, ganas mucho.

-Si por algo se distinguió el Avilés de la temporada del ascenso a Segunda es por que muchos de los partidos clave se resolvieron en finales agónicos, en los últimos minutos y por pocos goles.

-Aquel equipo tenía una cosa excelente: trabajaba muy bien durante los noventa minutos. Nos tocó un grupo muy duro, con rivales complicados, y es cierto que marcábamos pocos goles, pero los rentabilizábamos muy bien. Era raro que perdiéramos un partido, porque luchábamos hasta el final. Podíamos ganar en cualquier momento, está claro que pierdes si bajas los brazos. Era una condición bárbara, pero de la plantilla, yo en eso tenía poco que ver.

-¿Cómo vivieron en el equipo esas últimas jornadas en las que sabían que podían ascender?

-Son más duras, vas el primero y lo tienes todo a tu favor. No pensábamos nunca que pudiéramos ascender. Poco a poco nos mentalizamos y pensamos: si hasta aquí hemos sido los mejores, ¿por qué no vamos a seguir así?

-¿Qué cree que significó para la ciudad que el equipo subiera?

-Durante la temporada hubo un cambio muy bueno. Poco a poco el campo se llenó, sobre todo porque en la plantilla había muchos jugadores de la cantera. Era habitual ver mucha gente joven en el campo. La afición en Avilés era, y es muy exigente, pero se identificaba con el equipo. Recuerdo que cuando logramos el ascenso nos vistieron con un traje y nos llevaron en autobús por las calles hasta el Ayuntamiento. Para ellos ser de la ciudad y conseguir lo que conseguimos fue increíble.

-Sin embargo, en el momento más dulce comenzaron los problemas para entrenar y se produjo el conflictivo traslado al Muro de Zaro.

-No entendí por qué ocurrió. Marcharnos al Muro de Zaro significó perder socios y ambiente en el campo. Nos vimos obligados a entrenar en «praos». Faltó la unión cuando más unidos teníamos que haber estado con instituciones y empresas. El primer año en Segunda nos mantuvimos, pero el segundo, con menos ingresos, era el momento de habernos convertido en sociedad anónima. Nos privamos de conseguir importantes subvenciones por derechos televisivos, pero todos fuimos un poco dejados. No se vieron las fuerzas de Avilés, y la del club era una de las mejores canteras de Asturias en lo que a formación de jugadores y traspasos se refiere.

-En la temporada de debut en Segunda, en la que llegaron a ser sextos, ¿soñaron en algún momento con el ascenso a Primera?

-Hubo un antes y un después. No éramos capaces de ganar y nos dimos cuenta que la Segunda División era otra historia. Necesitábamos algo y nos cedieron a Torres y Monchu. Con Joaquín formaban una tripleta letal para la que trabajaba muy bien el resto del equipo. Ellos eran algo así como los ingenieros. Si hubieran llegado antes los refuerzos, igual sí habríamos optado a más cosas.

-¿Perjudicó al club la conversión en sociedad anónima?

-Era lo que obligaban a hacer. No había otra solución, este sistema implica que una persona coja el club y ponga el dinero, pero por una parte ver al Avilés en Tercera me causa sorpresa, porque era un equipo puntero. Tiene que ser el más fuerte de la categoría sólo por el tamaño de la ciudad y su potente industria.

-¿Va a ver alguna vez al equipo?

-La última vez creo que fue hace unos tres años. Voy a ver alguna vez al Sporting y a algún equipo de juveniles, pero tengo muchos amigos en muchos equipos y quiero que ganen todos.

-¿Cuál cree que es la solución para que el Avilés aspire de una vez por todas al ascenso?

-Si todo el mundo se uniera y ficharan buenos jugadores y patrocinadores, iría más afición al campo. La clave es que suba a Segunda B. Con buenos resultados se llenaría el campo poco a poco.

-¿Qué opina de la política del club que aboga por promocionar la cantera?

-Se puede tirar de cantera mientras tengas buenas hornadas. Es muy importante trabajar con la cantera.

-¿Se ha planteado regresar alguna vez al club blanquiazul?

-Nunca se sabe lo que puede pasar en el futuro. Siempre estoy dispuesto a hablar y creo que hay un dicho muy acertado que es «Nunca digas de esta agua no beberé».

«En Segunda faltó la unión cuando más unidos teníamos que haber estado con instituciones y empresas»

Oviedo, 25-03-1947

Comenzó su trayectoria como jugador en los Dominicos, para continuar, entre otros, en el Vetusta y el Oviedo, hasta su retirada, a los 34 años. Se inició en los banquillos como segundo entrenador del club azul y más tarde ejerció como técnico del juvenil y secretario técnico. Tras dirigir al Vetusta recaló en el Avilés, donde estuvo tres años. Gimnástica de Torrelavega, Burgos, Las Palmas, Oviedo y Cultural Leonesa fueron algunos de sus destinos posteriores, como entrenador o secretario técnico. En la actualidad trabaja como ojeador.