Oviedo, J. E. C.

La Vuelta a Asturias, que patrocina LA NUEVA ESPAÑA, tenía enfrente un gran reto con la ausencia del fallecido organizador Julio Álvarez Mendo, pero el nuevo equipo, encabezado por su hija Cristina, salió airoso de tan complicada cita internacional. También a nivel deportivo la carrera tuvo gran espectáculo porque hubo lucha desde el primero al último día, a pesar de que el equipo dominador, como fue L. A. Aluminios, del técnico Zeferino, hizo estragos ya en la jornada inaugural en la montaña gijonesa de San Martín de Huerces con esa fuga de cuatro de sus ciclistas, a los que se sumó el italiano Garzelli.

Todo indicaba que la carrera iba a quedar muy bloqueada y cerrada para el conjunto portugués, pero gracias a las ambiciones de Garzelli, que quería tomarse la revancha porque el Giro no les invitó, hubo tensión, nervios e incertidumbre hasta que falló el italiano en el Acebo. Pero la afición asturiana disfrutó con ese superclase que destapó su tarro de esencias y creó miedo en sus rivales, tras ganar en Llanes y Avilés.

Fue la gran nota internacional, porque sus victorias llegaron a todas las partes del mundo. Como luego la victoria de Samuel Sánchez, otro lujo de superclase, que fue capaz de imponerse en la crono sin estar a tope y realizar un gran test para su objetivo del Tour. También más a nivel asturiano, la gran progresión del sprinter llanisco Sobrino y la capacidad de rodador de Santamarta.

La parte negativa fue el recorrido, porque si la primera etapa ya tuvo mucha dureza, en la última se superó con creces. Hasta el punto de que con tantos repechones, además de la mala carretera, el desnivel de altura que superaron los ciclistas fue tanto como en la etapa reina del Acebo. Eso es grave porque para otros años nos podemos quedar sin grandes figuras extranjeras. Aparte del lunar negro de que no participara Santi Pérez en la carrera de su tierra y la desgracia de la rotura de clavícula del primer día del noreñense Andrés Antuña.