Oviedo, Mario D. BRAÑA

Polonia debuta en una fase final de la Eurocopa y su mejor futbolista es Smolarek, una condición que ni siquiera le asegura la titularidad en el Racing de Santander. Así, a simple vista, la selección polaca parece la cenicienta del grupo B, lejos del alcance de Alemania e incluso de Croacia. Pero llama la atención por su solvencia en la fase de clasificación y por la presencia en el banquillo de todo un clásico que le ha dado vuelo: el holandés Leo Beenhakker.

En fútbol, Polonia remite a dos equipos de ensueño, que estuvieron entre los mejores del mundo a caballo entre las décadas de los setenta y los ochenta. En el Mundial de 1974 sólo la anfitriona, Alemania, cortó el camino a la final de una selección dirigida por Kazimierz Gorski, que se ganó el apelativo del «Papa polaco». A sus órdenes tuvo jugadores de una gran calidad, especialmente la delantera formada por Lato, Szarmach y Gadocha, perfectamente abastecidos por una medular gobernada por Karsperczak.

Cuatro años después, en Argentina, Polonia no pudo pasar del quinto puesto, pero en 1982 volvió a la carga con una selección que añadió a sus viejas glorias futbolistas de la talla de Boniek. En el penúltimo escalón del Mundial español, los polacos volvieron a encontrarse con la selección que se proclamaría campeona, en este caso Italia. El tercer puesto fue celebrado por todo lo alto en Varsovia, donde más de 5.000 aficionados esperaron a sus ídolos, que se retrasaron doce horas por problemas en el vuelo desde Madrid.

Desde entonces, Polonia sólo ha aparecido en los grandes escenarios para mayor gloria de la selección olímpica española que logró el oro en Barcelona 92. Pero aquella prometedora generación no tuvo continuidad en las principales competiciones. Siguió sin estrenarse en la Eurocopa y sus apariciones en los mundiales fueron testimoniales: vigesimoquinto en Corea y Japón 2002 y vigesimoprimero hace dos años en Alemania.

Desde entonces, la trayectoria de Polonia es de lo prometedora. Dirigida por Beenhakker, su fase de clasificación ha sido impecable. No sólo ha logrado el pasaporte para Suiza y Austria, sino que ha relegado al segundo puesto de su grupo a Portugal y ha dejado fuera de la Eurocopa a la Serbia de Javier Clemente.

La selección polaca se ha mostrado como un bloque duro de pelar, compacto, y con un jugador que sobresale del resto: Smolarek, que consiguió nueve goles en el camino hacia la Eurocopa. Hijo de otro renombrado delantero polaco, Smolarek ya ha jugado en las ligas holandesa y alemana. Tras cinco años en el Feyenoord, el delantero jugó dos temporadas en el Borussia Dortmund, al que el Racing pagó casi cinco millones de euros para compensar la baja de Zigic. Pero el delantero no ha respondido a la confianza de Marcelino, que incluso le ha relegado a la suplencia, por detrás de Tchité y el canterano Iván Bolado. Con Polonia, todo es diferente.