Fontenelle criticaba al filósofo Leibniz porque, según decía, sentaba definiciones exactas, y eso le privaba de la agradable libertad de abusar de los términos en ciertas ocasiones. Por fortuna, los futboleros no somos como Leibniz, lo cual quiere decir que abusamos de los términos no en ciertas ocasiones, sino casi siempre. Por ejemplo, la alegría de los atléticos por la clasificación para la Liga de Campeones de la próxima temporada es ciertamente un abuso. ¿El objetivo del Atlético de Madrid del «Kun» Agüero era quedar entre los cuatro primeros? ¿Los atléticos visitan la fuente de Neptuno para festejar que el año que viene su equipo jugará en Europa en la misma competición que el Barça, el Manchester y el Inter? Por favor. ¿De verdad el Real Madrid ha hecho una temporada tan grandiosa que merece el delirio de sus seguidores? ¿Ser campeón de una Liga que cada vez está más lejos de la Premier League es para tanto, después del fracaso en Europa y la pereza con que los madridistas afrontan temporada tras temporada la Copa del Rey? ¿El mosqueo de los seguidores del Espanyol es justificable? ¿El fracaso del Valencia es mayor que el del Barça?

Éxito, fracaso, temporada histórica y decepción son términos de los que abusamos tanto como Sergio Leone del «zoom» en «La muerte tenía un precio». Creo que no es lo mismo «observar» el fútbol que «razonar» sobre él. Los que se limitan a «observar» un partido de fútbol (o una Liga entera) ven a los equipos ganar o perder y escuchan a los comentaristas alabar a un jugador o criticar a otro y, al final, pueden decir que el campeón de Liga es un triunfador, que clasificarse para la Liga de Campeones es un éxito, que mantenerse en Primera División es un buen premio y que quedar entre los tres últimos es un fracaso sin paliativos. Vale. Pero los que «razonan» no se limitan a observar, sino que hacen inducciones y deducciones e, incluso, pueden intuir (la intuición es la razón cuando tiene prisa) que la temporada del Athletic ha sido extraordinaria, a pesar de que el equipo de San Mamés probablemente no jugará en Europa. Los que «observan» abusan de los términos futbolísticos porque les faltan conocimientos: quien «observe» al Zaragoza dirá que está a punto de descender, y es cierto, pero es que el Zaragoza no tiene nada que ver con el Murcia o el Levante, equipos ya descendidos. Lo curioso de todo esto es que los que «razonan» el fútbol también abusan de los términos futbolísticos, porque en fútbol es muy difícil razonar sin pasión.

Cirujanos del fútbol hay muy pocos. Ser un Grissom del fútbol sólo está al alcance (y sólo a veces) de tipos como Maldini, el comentarista de Canal +, porque un partido está en las antípodas de un capítulo de «CSI». Grissom sólo cree en el ADN, Maldini sólo cree en el fútbol, pero el resto de los mortales creemos en el alma de nuestro equipo y nos pirramos por el espíritu, la historia, la tradición y todas esas cosas que no se pueden diseccionar. Claro que abusamos de los términos. Por supuesto que los madridistas están contentísimos y que los atléticos habrán ido a visitar a Neptuno. Los culés consideran un fracaso brutal quedar terceros (o cuartos) y los «periquitos» soñaban con mucho más que la mitad de la tabla, evidentemente. No basta con observar la Liga. No es suficiente con razonar, a no ser que nos dediquemos a la investigación. Hay que retorcer las palabras, abusar de ellas, exagerar, profanar el diccionario futbolístico.

Con el fútbol sucede lo contrario de lo que dijo James Stewart sobre las películas del Oeste después del estreno de «El hombre de Laramie»: «A lo mejor el público se identifica conmigo, pero sueña con ser John Wayne». Los futboleros nos identificamos con John Wayne en la victoria, pero soñamos con ser James Stewart en la derrota. Eso sí, nadie quiere ser Grissom, excepto en el momento de rellenar la quiniela.

Esto es todo, amigos. Nos vemos en la Eurocopa.