Camina por la vida como por los estadios ; como el «mocín» en las películas de los sesenta: se para, controla, observa y decide. Y decide bien. Hace años, cuando era un chaval, en una de sus visitas estivales a Mali contempló cómo la gente se moría de abandono y de hambre. Y decidió no ser un postulante de mentiras engoladas ni de mensajes huérfanos, y se embarcó en un proyecto imparable. Vio de la realidad de África, donde más de 300 millones de personas sobreviven con un dólar al día y la escasez de agua potable hace que cada 30 segundos muera un niño; y se paró. Y Kanouté decidió implicarse sin más apoyo que los suyos y su fe, renunciando en primer lugar, consciente del daño futbolístico que se hacía, a la selección francesa para aceptar competir por el país de sus padres, que él ama. Y creó La Ciudad de los Niños. El jugador del Sevilla piensa que el fútbol es un buen puente de unión que nos enseña a conocernos mejor. Por eso su proyecto-realidad lo basa en su coherencia: «El fútbol une y la cultura te hace libre». En Inglaterra ya tendría el rango de Charlton o Ferguson, puesto que su categoría deportiva y personal le avalarían. Para él los niños ya son el principio y el fin donde su silueta se recorta en el viento mientras mezcla el balón con la verdad. Ahora reclama ayuda y la tiene: reunió en las gradas del Pizjuan a más de 30.000 personas y sobre el césped talento y voluntad de colaboración a raudales. ¡En pie! Recibe el balón y la esperanza sir Frederic Omar Kanouté.