La pasarela ya tiene luz y sonido. Aún sin cerrarse definitivamente el telón de las ilusiones rotas, renovadas o remendadas, comienzan las despedidas. Y los portazos, los abrazos, las facturas pendientes, las aristas del honor o el ajuste de cuentas. Ya desde hace unos meses, Ronaldinho coqueteaba con la alfombra roja sin el sonido que su compañero Deco se encargo de activar la pasada semana mientras hacía caja con la publicidad : «Me voy de donde no me quieren». El ejemplo, con un año de antelación ya lo había dejado dicho el sevillista Alves. Emery lo dilató hasta el final, como el sabio Laudrup. Y el jugador del Racing Garai, con el toque de ética del rancio madridismo. Serán momentos duros adornados de razones incomprendidas por la «otra parte» y ante una afición atónita con ganas de pedir la palabra. Los mensajes se cruzaran con dudas y la claridad quedará pendiente del devenir de la siguiente temporada. Pero hay algo que mejorar incluyendo, por ejemplo, la lección del señor Rijkard resumiendo sus cinco años de fidelidad, éxitos y deslealtades blaugranas: «Gracias, encantado de haber estado aquí». Ya lo decía -un 8 de diciembre de 1928- en la deportiva anual de Piloña el ilustre José Ramón Lueje: «Examen recordatorio de episodios pasados, surgen de nosotros, atropellándose en las fechas, los gratos momentos de las transcurridas jornadas balompédicas, y al irse de estas contiendas unos amigos, su despedida nos apesadumbra, pues la despedida siempre es triste... se lleva algo de nuestra persona... la despedida de hoy se lleva muchas cosas».