Oviedo

La relación de Luis Aragonés con Raúl ha dado para mucho desde que el seleccionador decidió arrinconar al madridista. Ha habido muchas especulaciones sobre el origen del desencuentro, mezclando cuestiones personales con el peculiar carácter del técnico, pero al final todo es mucho más sencillo. Una cuestión puramente futbolística. Luis Aragonés esperaba más de Raúl en el Mundial de Alemania y a partir de ahí diseñó un equipo en el que no había sitio para el «7».

Todo empezó el 17 de junio de 2006 en el campo de entrenamiento de la selección, en Kamen. España se preparaba para el segundo partido del grupo H, frente a Túnez, tras un espectacular debut contra Ucrania: 4-0, con protagonismo de los dos delanteros elegidos por Luis Aragonés, Villa y Fernando Torres. Raúl, que había entrado en la lista tras superar una grave lesión de rodilla, lo vivía desde el banquillo con sensaciones encontradas.

Raúl no se resignaba a su condición de telonero de los dos jóvenes con más pólvora del fútbol español. Quizá por eso, en vísperas del segundo partido, al comprobar que contra Túnez todo iba a seguir igual, no le importó desairar a Luis públicamente. Al técnico no le gustó algo de la actitud de Raúl mientras jugaba con los suplentes y le llamó la atención a su estilo. Cara y cara y mirándose «a los ojitos», como le soltó en cierta ocasión a Romário en su etapa en el Valencia.

Tras fallar un par de claras ocasiones de marcar, Luis Aragonés le dijo algo a Raúl. Después, cuando quiso profundizar en la charla, Raúl se hizo el huidizo. Todo ante la perpleja mirada de sus compañeros, que se habían percatado de la tensión del momento. En un momento determinado, Luis Aragonés llegó a sujetar a Raúl por el brazo para que no le diera la espalda. Y el jugador, mientras se retiraba del campo, masculló: «Estoy mejor de lo que muchos creen».

Raúl se tomó su revancha dos días después, cuando Luis Aragonés recurrió a él tras el descanso para remontar el partido frente a Túnez, que ganaba 0-1. El madridista logró el empate cuando faltaba un cuarto de hora. Su celebración dio tanto que hablar como el mismo gol. Apartando a todo aquel que salía a su paso, seleccionador incluido, Raúl corrió hacia el banquillo con un objetivo muy claro: abrazarse a Míchel Salgado, Cañizares y Albelda, que, como él, habían perdido protagonismo en el equipo.

El gol reabrió el debate mediático que siempre acompaña al capitán madridista. Aparentemente, Luis Aragonés aguantó el envite y buscó la unidad para afrontar en las mejores condiciones el difícil cruce de cuartos de final con Francia.

Deshojó la margarita y, finalmente, hizo hueco a Raúl a costa del eslabón más débil, Luis García, para formar el tridente que, a priori, colmaba todas las expectativas: Raúl-Torres-Villa.

El experimentó no funcionó y en el minuto 54, con empate a uno y España dando muestras de impotencia, Luis Aragonés ejecutó un cambio cargado de simbolismo: Luis García por Raúl. Una vez más, el jugador-referencia del fútbol español abandonaba una gran competición con sensación de fracaso. Aragonés aún contó con él al comienzo de la siguiente temporada, hasta que dijo basta tras la derrota en Irlanda que condicionaba la fase de clasificación para la Eurocopa. Desde entonces, pese a recuperar sus mejores números con el Real Madrid, Raúl no ha contado para Luis. España, por primera vez desde el Mundial de Francia-98, no se encomienda a Raúl, al que ahora parece que sólo le queda Schuster como gran defensor. De hecho, el alemán, su entrenador en el Madrid, fue quien reavivó el debate sobre la presencia o no del futbolista en la selección al decir que «por rendimiento se lo merece».