Álvaro Faes, Montecarlo (Mónaco), enviado especial de

LA NUEVA ESPAÑA

La lluvia convirtió la carrera en una lotería, un casino al que veinte pilotos se lanzaron con sus apuestas, a la espera de ver la bola detenerse en la casilla elegida. Pronto empezó ser una sucesión de incidentes, de coches cruzados en la carretera, rebotando contra las protecciones al albedrío de unos neumáticos que no daban abasto entre tanta agua. El circuito ruleta los fue descartando hasta premiar a Hamilton con el pleno. Victoria y liderato. Entre los demás, reparto de castigos y reveses, incluso para los que se fueron sin errores, como Sutil y Kubica. A Fernando Alonso lo maltrató sin piedad y además le obligó a permanecer en la sala de juego hasta el final, para convertirlo en testigo de cómo su íntimo enemigo salía con los bolsillos repletos de fichas.

Ninguna de las apuestas de Alonso consiguió el beneplácito de la suerte pese a que no parecían descabelladas sobre el papel. Confió en que la lluvia se haría cómplice de su táctica a una parada, que pronto se desbarató cuando se fue contra la protección en la curva del Casino. Reventó un neumático y al instante salió el coche de seguridad porque en el mismo lugar, impracticable, se habían estampado Coulthard y Bourdais. Alonso entró a reparar el desperfecto y apostó por gomas para lluvia extrema. Con el circuito convertido en una piscina, sacó réditos del cambio y comenzó a acosar a Webber desde la séptima posición.

El incidente del Casino le había devuelto al lugar inicial, después de saborear la quinta plaza en el tramo inicial. Kovalainen se quedó clavado al iniciar la vuelta de formación. Alonso ganó un puesto sin comerlo ni beberlo y avanzó uno más cuando estuvo más rápido que Rosberg para alcanzar la primera curva.

El asturiano se resistía a pasar por Mónaco como una comparsa y decidió que era una carrera para arriesgar. Esta temporada no mira a la clasificación de pilotos y se puede permitir tomarse cada Gran Premio como un objetivo individual, como la pelea por llegar lo mejor posible y no como la necesidad vital de sumar puntos que pueden resultar decisivos para el Campeonato.

Por eso salió a por todas después de ser el primero en poner gomas de lluvia extrema, en medio de un trazado del todo encharcado, una pista de patinaje para los monoplazas.