Gijón, Eloy MÉNDEZ

No había dado la una de la tarde del domingo y la Autovía del Cantábrico era ya un reguero de autobuses y coches con banderas y bufandas rojiblancas. La mareona sportinguista volvió a ser fiel a su equipo y, a pesar de que el partido frente al Alavés se disputó a última hora de la tarde, llevó anteayer hasta Vitoria el sabor de la sidra y el sonido de la gaita. Alrededor de tres mil aficionados rojiblancos llegaron hasta la capital vasca para empujar a los hombres de Manuel Preciado en el sprint final por alcanzar la gloria de Primera. El equipo les correspondió a medias y arrancó un punto de Mendizorroza que fue celebrado por sus fieles desde la esquina del estadio en la que se alojaron.

Ni el hecho de que el partido fuera televisado, ni la climatología adversa, ni los actos violentos que protagonizaron algunos aficionados vascos antes de comenzar el partido lograron mermar la fuerza de los seguidores sportinguistas. Por no faltar, no faltó ni Rodolfo Chikilicuatre, que, tras su discreto paso por Eurovisión, se dejó ver con la camiseta del club gijonés en versión cartón piedra. Junto a él, por los numerosos parques de la ciudad y en torno a la céntrica plaza de la Virgen Blanca, pasearon matrimonios ataviados para la ocasión con los colores de su equipo, grupos de jóvenes con pancartas y miembros de peñas llegados de diversos puntos de Asturias. Una inundación de sportinguismo que finalizó con el viaje de vuelta y las esperanzas de ascenso intactas.