Querido Molinón: Tus cicatrices delatan el paso de un tiempo que fue estupendo -aunque no mejor porque ése está por llegar- a pesar de que tu piel de verde sin igual permanece intachable para envidia de la historia. Todos sabemos que tu aspecto de esqueleto gris subsanable necesita una solución, pero también que tus tiempos siguen vivos en nuestras mentes. Fuiste, para muchas generaciones, referencia indiscutible de nuestras ilusiones de adolescentes. Recuerdo cuando paseaba con mis padres por «el parque» y pisábamos tus aledaños, cómo nos sorprendíamos con tu grandeza y majestuosidad entre arbustos y pavos reales. Muchos te vimos crecer desde las propias entrañas, desprendiendo cariño por doquier como parte importante de un Gijón grandón -desde la Escalerona a la Iglesiona- y una playa que conduce a ti. Fuiste, además, sensible al arte y a la música, desde que viste la luz deportiva en 1908, dando cabida a Tina Turner, «Rolling», o al Boss y a la zarzuela («Maruxa»). Y pusiste la nota en el mundo del fútbol siendo pionero de la luz artificial, de la cubierta de tus gradas o de la presencia de la tele. Ahora, ya necesitas con urgencia, más que un lavado de cara y una reforma de imagen, una adecuación a las circunstancias actuales. De todas maneras ¡gracias, Molinón!, por estar siempre con los tuyos, por mantener ese nombre tan gijonés evitando personalismos ocasionales en un entorno inigualable al que ahora tienes que sumar.