Oviedo, José PALACIO

La temporada de Carrasco en el Oviedo estuvo plagada de despropósitos. Una de las frases que más le gustaba repetir al técnico, «yo vivo en la elegancia», nunca la llevó a la práctica, al igual que su discurso futbolístico. La excelencia en el juego que tanto pregonó a lo largo de la temporada brilló por su ausencia y las primeras derrotas del equipo comenzaron a hacer mella en su carácter. Sus comparecencias ante los medios de comunicación, especialmente después de los encuentros, comenzaron a dejar un reguero de frases vacías de contenido, alguna de ellas hirientes para el rival.

La primera derrota de la temporada del Oviedo, en el mes de octubre, ante el Lealtad, en Las Callejas, dejó ya la primera perla del técnico. «Futbolísticamente, humillamos al rival», aseguró sin ruborizarse, una afirmación que un mes después se quedó corta con las explicaciones del técnico para justificar la derrota de los azules ante el Llanes. En una rueda de prensa muy tensa, aprovechando las críticas que se vertían sobre el juego del equipo, el técnico lanzó la acusación de que existía un frente contra el Oviedo. «Ya sabemos cuál es el frente adversario que tenemos. Nosotros estamos creando un clima, pero hay gente a la que le interesa corroerlo y seguir con lo que había anteriormente... He visto el escenario y digo públicamente que nos tenemos que proteger de entornos que nos pueden volver a meter humo negro. Existe un aire negativo que tenemos que eliminar a través de nuestro fútbol y lo noto por las consecuencias que se producen cuando acaban los partidos».

Con anterioridad, en su afán de dotar al club de una profesionalidad mal entendida, tuvo un desplante con dos jóvenes seguidoras del equipo, Silvia y María, cuya fidelidad al club y su comportamiento desde hacía muchos años dejaba poco lugar a las dudas. Carrasco, a diferencia de sus antecesores en el cargo, las advirtió de que no podían estar en la puerta de los vestuarios del Requexón, ni hacerse fotos con ellos. Tampoco permitió que siguiesen encargándose de bajar los termos de café desde los bares del Tartiere al vestuario como venían haciendo en los últimos años, en especial desde la dramática situación económica que vivió el club tras el descenso administrativo a Tercera División. La postura de Carrasco no desanimó a las dos jóvenes, que siguieron guardando los recortes de prensa y las fotos, que luego regalaban a los futbolistas. Incluso realizaron uno para el técnico. Se lo entregaron a Fermín, que se lo hizo llegar, pero Carrasco se lo devolvió, en un gesto que dejó al descubierto una vez más la personalidad del técnico.

La competición avanzaba y Carrasco seguía su camino y su discurso. Tras el partido ante el Condal en el Tartiere, en el que el equipo azul escuchó las primeras críticas de la afición por ir con el balón al córner en los últimos instantes del encuentro para defender el 1-0, Carrasco volvió a despreciar las críticas. «Si vamos ganando por la mínima, no dudaré en volver a mandar el equipo al córner... Hay gente que no lee bien los partidos y pierde Copas de Europa».

Sólo una semana después, el técnico abrió otro frente. «El favorito es el Tuilla», se atrevió a asegurar en vísperas de su visita a El Candín, declaraciones que no sentaron nada bien en el seno del Tuilla y, especialmente, en su entrenador, César Suárez, un reconocido oviedista. En su afán por explicar lo que no tenía sentido, lo empeoró. «Nosotros tenemos un estilo de juego que, a veces, no nos cabe en un campo de fútbol. No somos un equipo de pegarle pelotazos al área y salir a buscar el fútbol directo».

Asentado ya en el liderato y con una cómoda ventaja, el partido ante el Avilés Industrial sirvió para que el técnico dejase otra de sus frases para la posterioridad. «He escuchado música con el juego del equipo en la segunda parte», una sinfonía que sólo una semana después quedó desafinada al perder ante el Siero por 2-0.

Las vísperas de ese partido dejaron de nuevo en evidencia al técnico. La plantilla del Siero encaró el partido con varios meses sin cobrar e incluso se plantearon la posibilidad de realizar un plante ante el Oviedo. «Nosotros no vamos a tener piedad de nadie porque tenemos que ganar o ganar... Intentaremos respetar su actuación al máximo, pero lo que no vamos a hacer es matar el espectáculo, que está por encima de todo».

El Oviedo perdió el partido por 2-0, en un encuentro en el que el comportamiento del técnico dejó mucho que desear. Dos días después, Carrasco se vio obligado a emitir un comunicado público para aclarar sus declaraciones. «La palabra piedad en el código profesional futbolístico es un sinónimo de laxitud y relajación. Por tanto, mi deber era mantener a nuestros futbolistas conectados al partido y con ese fin obré». El técnico añadió que «pasadas unas horas y realizando un breve ejercicio de empatía, he resuelto mandar todos los perdones que sean necesarios a la afición del Siero, a sus dirigentes, empleados y plantilla».

Tras el partido ante el Hispano, en Piedras Blancas, en el que el equipo se impuso por 0-1, Carrasco volvió a ofrecer su peor imagen en la sala de prensa. A la pregunta de «¿cómo vio el partido?», respondió que «sentado y cómodo». Con el asombro general y ante la insistencia del periodista, el técnico le espetó: «¿Qué es que nadie va a preguntar más que tú o quieres monopolizar la rueda de prensa?».

La culminación a todos los despropósitos del técnico llegó tras el partido ante el Caravaca, el pasado domingo. Se encaró con varios aficionados y tuvo que ser protegido por la Guardia Civil para evitar males mayores. Con anterioridad, Carrasco había comparecido ante los medios como si el mayor varapalo sufrido por el equipo en toda la temporada, que le dejaba al borde de la eliminación, no significase nada. «En las mentes débiles puede haber alguna duda, pero yo no tengo ninguna», señaló en referencia a las posibilidades del Oviedo de pasar la eliminatoria.

Sin embargo, un día después, el mismo consejo que lo había fichado a bombo y platillo decidió su destitución, poniendo fin a su etapa en el Oviedo, caracterizada por más errores que aciertos.