Un mes antes de cumplir los 22 años, Adolfo Alperi hizo historia al convertirse en el primer asturiano olímpico en la modalidad de ciclismo en pista. Aquello fue tan histórico como extraño, ya que no había ni una instalación que lo avalase. Algo debieron de ver los técnicos federativos en aquel mocetón de 1,92, que entró en el plan ADO en 1989, tras hacer un sexto puesto en el Mundial junior. Ahí empezó a plantearse en serio su bautismo olímpico, aunque no lo confirmó oficialmente hasta quince días antes de los Juegos.

Alperi recuerda aquella etapa, entre 1990 y 1992, como la más dura y asfixiante de su carrera deportiva. «Nos pasábamos dos y hasta tres meses fuera, y sólo una semana en casa», explica. La Federación quiso sumarse a la fiesta en Barcelona, para lo que no reparó en gastos. Contrató al técnico ruso Alexander Nikoroievski, que impuso un plan de trabajo y una disciplina que Adolfo y sus compañeros aceptaron con las perspectivas de una buena recompensa: «Se veía la posibilidad de conseguir alguna medalla. Nuestros tiempos daban esperanzas».

Además de una preparación exhaustiva, el equipo español de ciclismo tuvo que afrontar su condición de local, lo que suponía algún inconveniente. «Teníamos tanta presión que quince días antes de empezar los Juegos nos marchamos de Barcelona. Nos tenían abrasados, entre patrocinadores y un montón de compromisos. El seleccionador decidió seguir los entrenamientos en Atenas, donde encontramos unas condiciones parecidas y tranquilidad».

Volvieron a falta de dos días para entrar inmediatamente en competición, lo que les descartó para participar en el ceremonia inaugural. Alperi ni siquiera la siguió por televisión porque «tenía gente que atender» en la villa olímpica. «Lo único que vi desde mi habitación fueron los fuegos artificiales». El ciclista asturiano se centró en su debut, aplicando los métodos aprendidos durante dos años con el psicólogo del equipo y, ya en el velódromo, activándose con la música de «Queen».

Lo que no estaba previsto y descontroló a Alperi a la hora de la verdad, fue la rotura de la cremallera de su maillot: «Tuve que estar media hora encima de la bicicleta mientras me lo arreglaban». Pasó la clasificación por los pelos y se quedó en los cuartos de final de la prueba de persecución individual. El séptimo puesto fue una recompensa insuficiente para él. «En aquel momento me supo a poco porque esperaba estar entre los cinco primeros», aunque aquel fue el primer diploma olímpico en persecución para España.

El «pistard» asturiano tenía otra bala en la recámara, como integrante del equipo de persecución, junto a Gabriel Aynat, Jonathan Garrido y Santos González. Un buen cuarteto que rindió por debajo de lo previsto y se tuvo que conformar con un décimo puesto. «Lo compensé con mi diploma», señala.

Tras la experiencia olímpica, Adolfo Alperi no pudo cumplir su objetivo de pasar a profesional hasta 1995, con el equipo belga Space Card. «Debuté en el Tour de Flandes, el infierno del Norte, un sueño para mí». Una experiencia tan inolvidable como corta, ya que el equipo desapareció a mitad de temporada. Completó la campaña en el MxOnda de Maximino Pérez y, visto lo visto, recibió como agua de mayo la llamada de la Federación española, que pensó en el asturiano para completar un equipo de persecución que iría a por todas un año después en Atlanta.

Con Joan Llaneras, Juan Martínez Oliver y Santos González, Alperi se «vio» en el podio olímpico: «Ganamos todas las pruebas de la Copa del Mundo y éramos uno de los favoritos. Optábamos al oro o a la plata, pero acabamos quintos por un fallo en la arrancada». No guarda, por tanto, buen recuerdo de sus segundos Juegos, aunque la experiencia americana le sirvió para valorar lo vivido cuatro años antes: «La organización de Barcelona fue muy superior a la de Atlanta».

No tuvo una tercera oportunidad porque en 1999 le descartaron de la selección que preparaba los Juegos de Sydney: «Me dieron la excusa de que era mayor, pero fue todo un politiqueo». Asegura que «pillé tal cabreo que desconecté del ciclismo. No he vuelto a coger una bicicleta hasta hace poco». Se marchó con la satisfacción de haber conocido la magia olímpica, «algo especial, que no se puede comparar con ninguna otra competición», aunque reconoce que sus ilusiones infantiles iban por otro lado: «Mi sueño era el Tour de Flandes». Y, medalla olímpica al margen, se quedó con una espina clavada: «Saber a dónde hubiera llegado en la carretera».

Adolfo Alperi Plaza

Nació el 12 de septiembre de 1970 en Oviedo, aunque vivió desde pequeño en Barros (Langreo) y actualmente en Bercio (Grado).

Empezó en el ciclismo en 1980, en club La Pomar de La Felguera, y se formó a las órdenes de Manzanillo como cadete y juvenil en la Peña Alvarín de Avilés. Pasó a aficionados con el Caja Rural y el Cartrans. En 1995 fichó por el equipo profesional belga Space Card y después por el MxOnda.

Participó en los Juegos Olímpicos de Barcelona 92 en persecución individual (séptimo) y por equipos (décimo), con Gabriel Aynat, Jonathan Garrido y Santos González y en Atlanta 96 en persecución por equipos (quinto), con Joan Llaneras, Juan Martínez Oliver y Santos González. Se retiró en 1999.

Actualmente trabaja como comercial para la firma de ropa ciclista Maglia Sport.