Oviedo, Mario D. BRAÑA

En el principio, como para casi todo el mundo, el fútbol fue un juego para Alfredo Canteli, que nació el 12 de agosto de 1946 en Prado, un pueblo de Teverga en el que los críos no lo tenían fácil para divertirse con un balón. «Por no tener, no teníamos ni carretera», explica para ilustrar el escenario de su niñez. «Claro que había prados, pero muchos no eran llanos. Por eso la mayoría de las veces jugábamos delante de casa, con unas pelotucas porque escaseaban los balones».

Las cosas para Canteli cambiaron radicalmente cuando, con 11 años, se fue a estudiar el Bachillerato a Valladolid, «a un colegio con grandes instalaciones. Llegué allí con balones de reglamento que salían del Oviedo. Me los daba Herrerita, que era el padrino de mi hermana pequeña y estaba en esa época de segundo entrenador. Ya eran los balones con válvula y recuerdo que cuando perdían aire poníamos un arbejo».

Aquella cercanía a Herrerita supuso para el pequeño Alfredo unas ventajas que iban más allá de lo que significaba para el fútbol asturiano. «En aquel momento no me daba cuenta de lo que suponía Herrerita, aunque sí notaba la admiración entre la gente mayor cada vez que iba por Teverga».

Por esa vía pudo vivir, ya en época de adolescencia, uno de los momentos más inolvidables relacionados con el fútbol. En la temporada 1962-63 fue testigo privilegiado de un Valladolid-Oviedo, con los dos equipos entre los mejores de Primera División: «Entré al campo en el autobús del Oviedo, al lado de Herrerita, algo tremendo para un guaje como yo». El Oviedo perdió aquel partido con una alineación que, 45 años después, recita de carrerilla: «Alarcia; Toni, Datzira, Marigil; Iguarán, Paquito; Girón, Sánchez Lage, José Luis, João Jorge y José María. Era muy constante, sin cambios».

Aunque hizo sus pinitos en el fútbol sala de regreso a Oviedo, con los compañeros de trabajo en el banco, Alfredo Canteli centró su interés futbolístico en la grada. En un primer momento acompañado por su mujer y sus hijos, cuando los domingos de la familia Canteli seguían siempre el mismo ceremonial: «Íbamos a comer a Casa Amparo, en el Fontán, y después subíamos andando hasta el campo».

De los momentos buenos se queda con el último ascenso, con aquel épico partido de vuelta de la promoción en Palma de Mallorca: «Salimos todos a cenar y a dar una vuelta por Oviedo para vivir el ambiente, que era excepcional. Hubo una gran fiesta».

Aquella noche fue el inicio de una etapa de prosperidad, trece temporadas «aparentemente buenas. La fosa del Oviedo se fue cavando poco a poco, por una mala gestión. El primer fallo fue dejar marchar a Carlos cuando estaba en plenitud». Sí admite que «deportivamente disfruté hasta el último día. Hasta aquel partido contra el Madrid, cuando teníamos preparada la fiesta con los jugadores en el Centro Asturiano. Nunca se sabrá lo que hubiera ocurrido de salvarse, pero la tendencia era muy mala».

Alfredo Canteli no da nombres, ni diferencia directivas a la hora de repartir culpas: «Está claro que en la primera etapa las cosas se hicieron rematadamente mal, con fichajes extraños de costes multimillonarios que no se rentabilizaron. Y cuando traían a alguien bueno, después de todos los pleitos del mundo, los largaban sin más».

El siguiente escalón hacia el infierno lo atribuye a la falta de diálogo: «No se puede permitir que el Oviedo se vaya de Segunda a Tercera en un año. Los jugadores no salieron beneficiados de ese descenso y era fundamental salir, por lo menos, en Segunda B». Sobre la guerra del fútbol que se desató en aquel momento en Oviedo, Canteli templa gaitas: «Gabino actuó con buena intención porque creía que el Oviedo no iba a sobrevivir. Yo me hice socio del ACF, pero seguí siendo del Oviedo. Pero sigue siendo un pozo sin fondo».

Entiende la reacción de la gente porque «todos queremos que el Oviedo sobreviva. Pero lo sigo viendo muy difícil. Como no haya dos ascensos fulminantes y salga algún chaval que se pueda vender, el panorama es muy malo». Ahí también tiene un reproche para el consejo actual: «Muchos son amigos y los apoyo a muerte, pero es inconcebible que dejasen caer al equipo a Tercera. Llegaron en noviembre y no hicieron nada por salvarlo».

Tampoco funcionó el primer intento de recuperar la categoría, en aquel partido frente al Caravaca que vio desde el palco del Tartiere. «Después de ir 3-0 tenían que haber puesto una barrera en el centro del campo. Aparte del fallo de Curro, se podrían haber defendido perfectamente. Con diez también se ganan partidos». Pese a tanto desencanto, Canteli se compromete a ir más por el Tartiere porque «siento mucho al Oviedo».

Su otro gran amor futbolístico, el Real Madrid, tampoco le da muchas satisfacciones, hasta el punto de sentir envidia, y nada sana, del Barcelona: «Cualquier madridista querría que perdiese siempre, pero ahora en el Madrid se dan un cúmulo de circunstancias negativas. Lo último, el fallo de Lass y Huntelaar, pero no se va nadie. Debería de haber ceses fulminantes».