Gijón, Ángel CABRANES

«Real Sporting, equipo famoso...». La afición rojiblanca hizo honor a las primeras letras del himno del club abarrotando los locales hosteleros de Gijón para seguir a su equipo. Todos ordenados cual regimiento en torno a la pantalla para vivir en la distancia las mismas sensaciones que buena parte de ellos no pudieron disfrutar en el Nuevo José Zorrilla.

Florentino Gordillo, Floro, encargado del pub Baypass, encendió la pasión del centenar de clientes al hacer sonar del himno del Sporting mientras los jugadores saltaban al campo. «Gijón se mueve», grita Floro para animar el ambiente. El partido comenzó y los transistores echaron humo. Gonzalo Martínez fijaba los auriculares a sus oídos con la mirada fija en el partido: «Hay que estar atento al resto de los resultados; ya que no pude ir a Valladolid por los precios, lo vivo intensamente desde aquí».

Con la perspectiva de la experiencia lo visionó José Antonio Redondo, ex jugador del Sporting, quien comentó con sus amigos cada final de jugada. El júbilo estalló con el tanto de Diego Camacho, y Ana María Díaz saltó de su taburete en el Indian Café, sede de la peña Roberto Canella. «Qué nervios, qué nervios...», añade tras la celebración. El silencio llegó cuando el Real Valladolid inquietó los tres palos de Iván Cuéllar y se registró el empate. Bufandas al viento en el bar Xaréu que sacaron del pesimismo a los seguidores. Pero fue Bilic quien resucitó la alegría, con el segundo tanto. El griterío fue ensordecedor. Tensión contenida hasta el pitido final, que liberó de nuevo la Mareona.