Gijón, Mario D. BRAÑA

A los 13 años, el voleibol era un mal menor para Geles. Camino de los 52, no puede vivir sin él. Ni puede ni quiere, aunque le haya dado algún disgusto y un gran sobresalto económico. Porque Ángeles García Álvarez (Somiedo, 6 de septiembre de 1958) ha sacado del deporte de todo, menos dinero. En La Calzada, su barrio gijonés desde niña, levantó de la nada una estructura que creció demasiado para sus posibilidades. Por eso ha vuelto a los orígenes, con los niños, formando deportistas y forjando personas.

Geles sabe muy bien la importancia de los entrenadores en el trabajo con la base. «Al principio el voleibol me parecía aburrido, muy complicado técnicamente. Hasta que cogió el equipo Laura Vega, que transmitía muy bien y era una entrenadora-amiga». Ángeles llegó a ser internacional y se hizo un hueco en el Longchamps, el equipo que hizo historia al ganar Liga y Copa. «Por volumen de trabajo éramos profesionales, con dos horas diarias de entrenamiento, pero sólo pagaban los viajes».

Eran tiempos todavía duros para las mujeres deportistas: «Cuando salíamos a correr por el Muro, los paisanos nos decían de todo». Trabas que nunca doblegaron a Geles, acostumbrada a romper moldes: «Fui la única mujer que participó en la Media maratón de Oviedo de 1978. Las mujeres me animaban desde las ventanas. «Demuéstrales que servimos para algo más que para fregar», me decían». Tuvo la suerte de que en casa siempre la apoyaron, incluso cuando por falta de tiempo dejó la carrera de Químicas para estudiar Magisterio.

De esa manera, Geles pudo unir para siempre profesión y pasión. Porque tras sacar las oposiciones empezó a trabajar en colegios de Gijón hasta llegar al Cervantes, en el que puso las bases de la mayor cantera del voleibol femenino asturiano. De allí han salido internacionales como Fátima y Marleti Blanco, Mabel dos Santos y la hija de Geles, Mireya Delgado, que sigue su estela: «De pequeña odiaba el voleibol. No jugó hasta los 12 años y con 15 ya era internacional».

Los colegios en lo que trabajó Ángeles García formaron tantas y tan buenas jugadoras que impulsaron hacia la elite al Club Voleibol La Calzada, fundado por ella en 1982. «Hicimos un equipo tan bueno que en cuatro años pasamos de la categoría regional a la Superliga. Organizamos la final de la Copa de la Reina y nos quedamos a un set de clasificarnos para Europa».

Geles se dejó deslumbrar de tal manera por los focos que aquello se le fue de las manos: «Para competir hubo que traer jugadoras extranjeras. Cuando empezaron a fallar los patrocinadores y los apoyos institucionales tuve que avalar, me vi desbordada... aquello no me costó el divorcio de milagro. Todavía lo estoy pagando». Consumado el descenso, en 2005 Ángeles García decidió volver a los orígenes: «Me propuse crear la mejor cantera de España. El año pasado fuimos subcampeonas en infantiles, y cuartas en cadetes».

«En la base pesa más la ilusión que el dinero», destaca Geles. Y ella derrocha ilusión: «Estoy feliz trabajando con las crías en el día a día, viendo cómo progresan. Y también al comprobar que en los parques de La Calzada los niños juegan al voleibol». Ángeles dice estar «harta de los quejicas», de la gente que no para de despotricar contra los jóvenes: «La sociedad cambia, ahora hay muchas alternativas de ocio. Por eso hay que ganarse a los críos; pero en cuanto te los ganas, responden maravillosamente».

Geles va más allá del voleibol: «Mi pasión es que la gente haga deporte. Colaboro en un proyecto de salud con el objetivo de que el 60 por ciento de los alumnos participen en actividades física. Este año hemos llegado al 82 por ciento. Ésa es mi mayor satisfacción». Su siguiente objetivo es que el deporte femenino deje de ser «invisible».