Oviedo, Mario D. BRAÑA

Mucho antes de implicarse en los Premios Príncipe del Deporte, Juan Antonio Samaranch ya mantenía una estrecha relación con Asturias. A finales de los 60 visitó varias veces la región como Delegado Nacional de Deportes; en Montreal-76 colgó del cuello de Herminio Menéndez la primera de sus medallas olímpicas; y ya como máximo dirigente del COI varios asturianos pudieron comprobar la inteligencia y capacidad de trabajo de Samaranch. Cuatro de ellos hablan de sus experiencias personales y aportan unas pinceladas de la relación entre Juan Antonio Samaranch y Asturias.

Agustín Antuña, miembro del Comité Olímpico Español y uno de los asturianos más entregados al olimpismo, supo hace un mes que la llama de Juan Antonio Samaranch se apagaba: «En el 40 aniversario de la Academia Olímpica, en Madrid, hablé con su hijo, que me dijo que estaba delicado. Como había salido de dos o tres situaciones complicadas confiaba en su recuperación, pero no ha podido ser».

Antuña conoció a Samaranch en el año 1967: «Vino a hacer una visita al Grupo Covadonga, cuando yo era directivo y él Delegado Nacional de Educación Física y Deportes. Me sorprendió que nos ofreciese ayuda porque entonces el Grupo tenía sólo 896 socios. Ahí me demostró que era un hombre del deporte y muy accesible».

El gijonés destaca la importancia de su nombramiento como embajador en Moscú para su trayectoria deportiva: «Ya estaba en el Comité Olímpico Internacional y, gracias a sus contactos con el bloque soviético, logró llegar a la presidencia del COI en 1980. Y a partir de ahí empezó a buscar apoyos para la elección de Barcelona como organizadora de los Juegos de 1992».

Por todo ello y su influencia en el olimpismo moderno, Agustín Antuña no duda en calificar a Juan Antonio Samaranch como «el dirigente deportivo más importante de España en todas las épocas. Sin él difícilmente hubiésemos tenido los Juegos del 92 y la mejora del nivel deportivo que trajo consigo. Se preocupó por el deporte español porque aparte de ser catalán universal siempre fue españolista».

Antuña tiene abundante documentación de Samaranch en sus inicios como deportista. Al margen de sus pinitos en el hockey sobre patines destaca su etapa de boxeador, «que glosé con motivo de un homenaje y que a él no le gustaba recordar».

Otro gijonés, Manuel Llanos, conoció de primera mano la categoría personal y profesional de Juan Antonio Samaranch. Por eso, el ex director del Comité Olímpico Español califica su muerte como «una pérdida irreparable para el deporte olímpico mundial. Una pérdida que no por esperada duele menos». Llanos conoció a Samaranch en 1969, cuando estudiaba en Madrid Educación Física, y más adelante, en un acto en la embajada de Moscú durante los Juegos de 1980.

En aquel momento, Samaranch acababa de estrenar su cargo como presidente del Comité Olímpico Internacional: «Es el único directivo que he conocido que estaba siempre en alguna de las instalaciones de los Juegos. Funcionaba a todas horas. Era un entendido de los deportes y le gustaba».

Llanos recuerda el «tándem fantástico» que formó Samaranch con Carlos Ferrer Salat, entonces director del Comité Olímpico Español, como clave para para el éxito de los Juegos de Barcelona-92. Entre 1988 y 1992, como miembro de la comisión de deportes del Comité Organizador de Barcelona-92, Llanos pudo comprobar que Samaranch era «un loco del trabajo. Recuerdo una cena en Seúl, en la que estaba como jefe de equipo de los Juegos Paralímpicos, que fue un puro interrogatorio. Quería estar al tanto de todo».

Pese a las diferencias ideológicas, Manolo Llanos se muestra comprensivo con el pasado político de Samaranch: «Era muy difícil progresar en la gestión deportiva en la época en que empezó sin implicarse con el Régimen. Ejercía prácticamente de ministro de Deportes y despachaba directamente con Franco. Sin tragar esos sapos nunca hubiera construido su currículo ni llegado a ser presidente del COI. Siempre me preguntaba cómo me llevaba con el Gobierno».

La figura de Juan Antonio Samaranch está unida al primer gran recuerdo de la carrera deportiva de Herminio Menéndez: «Fue el que me entregó mi primera medalla olímpica, la de plata en Montreal». En aquellos Juegos, en 1976, también fue testigo de una anécdota que refleja la personalidad del fallecido: «José María Casanovas le hizo una entrevista para Televisión Española. Antes de entrar en directo, Samaranch le tachó unas cuantas porque decía que en aquel momento no tocaba».

Años después, Samaranch incluyó a Menéndez en la comisión de atletas del COI, lo que unido a su coincidencia durante doce años en el jurado del Premio Príncipe de Asturias de los Deportes, le permitió mantener una relación «muy personal». Herminio Menéndez define a Samaranch como «un hombre que quería al deporte. Se ganó el respeto de todo el mundo, hasta el punto de ser considerado como el Papa del deporte»

Para Menéndez, la relevancia de Samaranch llega a tal punto de que «después del barón de Coubertain es la figura más importante del olimpismo. Con su mano izquierda y visión de futuro supo dotar de modernidad al movimiento olímpico, acabando con la hipocresía del amateurismo marrón». Y, por supuesto, su papel en España: «Como artífice de los Juegos de 1992 favoreció el proceso de cambio del deporte español, que no hubiera sido tan rápido»

Ignacio Martínez conoció a Juan Antonio Samaranch por su cargo de subdirector de la Fundación Príncipe de Asturias, desde la creación del Premio de los Deportes. Y, de forma más cercana, desde que ejerció como secretario del jurado que presidía el ayer fallecido: «Trasladaba su enorme poder en el mundo del deporte al jurado. Casi siempre logró que se premiase al deportista que él quería. Era un mandón de formas elegantes». Y con otra virtud más formal: «Era muy buen administrador del tiempo, lo que como secretario siempre le agradecí. Se notaba que estaba acostumbrado a dirigir reuniones».

«La Fundación siempre le estará agradecida porque despegó a nivel universal gracias a él», resalta Martínez, que habla de «un antes y un después» de Samaranch en la historia de los Juegos Olímpicos: «Tuvo una visión muy por delante de su tiempo, por el profesionalismo, el patrocinio y las televisiones. Una etapa que coincide con las nuevas tecnologías y el impacto del deporte en la sociedad».

«Ya en 1967 me sorprendió como hombre del deporte muy accesible»

Agustín Antuña

Miembro del COE

«Es la figura más importante del olimpismo tras el barón de Coubertain»

Herminio Menéndez

Medallista olímpico

«Era un mandón de formas elegantes; casi siempre se premiaba al deportista que quería»

Ignacio Martínez

Subdirector de la F. Príncipe