El Sporting camina hacia la permanencia con el ritmo indeciso de un bebé que da sus primeros pasos. Anoche, en Getafe, sumó un nuevo punto que puede ser de oro en la pelea en la que se han fajado los candidatos al descenso. A quien sólo haya visto la primera parte, le costará entender cómo es posible que el Sporting no ganara por goleada. Quien sólo llegara para el segundo tiempo, se mostrará más que feliz con el punto cosechado. El empate es justo. Cada equipo dominó un tiempo. El Sporting tuvo a los azulones a su merced y pudo darles la puntilla si Carmelo hubiera estado un poco más fino ante Codina.

El Sporting firmó probablemente su mejor primer tiempo del campeonato. Los de Preciado lo hicieron casi todo bien. La defensa, firme; las líneas, juntas; el centro del campo, apretando, y la novedosa línea de mediapuntas, robando infinidad de balones y saliendo a la contra con la velocidad de antaño. La definición volvió a ser el lastre que evitó que el Sporting cerrase ayer la temporada con un victoria de prestigio. Carmelo tuvo hasta cuatro ocasiones meridianas que no acertó a materializar. Sí lo hizo De las Cuevas. El alicantino agradeció un error clamoroso de Mané en la salida del balón y mandó un derechazo a la cepa del poste que fue imposible para Codina.

El sportinguismo se las prometía muy felices, tras el escepticismo inicial. El partido de ayer pintaba feo y la alineación de Preciado, reservando a hombres del talento de Diego Castro, no gustó a casi nadie. Los más críticos ya tenían el cañón con el punto de mira fijo en Manuel Preciado por darse estos lujos que tanto le gustan y que tan nervioso ponen al aficionado. Pero el fútbol tiene estas cosas y el técnico cántabro pasó de villano a héroe en el tiempo que tardó Miguel de las Cuevas en hacer una de las suyas. El alicantino llevaba unas semanas tristón y un pelín apático. Como aturdido por la incomprensión del sector más retrógrado del sportinguismo. Pero cuando recibió aquel balón de Mané brotó su talento.

El gol de De las Cuevas, que lo celebró junto a su amigo Cuéllar, afianzó al Sporting en sus posiciones. El Getafe dominaba y hacía circular el balón, pero Juan Pablo fue un mero espectador durante el primer tiempo. Quien sí tuvo trabajo -y más de un susto- fue Codina. El Sporting se defendía con orden y conseguía robar la pelota muy arriba. Las transiciones eran frenéticas y en apenas unos toques los de Preciado ya pisaban el área rival. Lora, Carmelo, De las Cuevas y Bilic combinaban con una precisión y velocidad como si siempre hubieran jugado juntos. Las ocasiones se sucedían, pero a Carmelo le traicionaban las ganas. El canario no ha pasado un buen año y anoche el cuerpo le pedía una alegría que nunca llegó.

Incluso tuvo la mala fortuna de protagonizar una acción que resultaría determinante. El Sporting intentó mantener la misma dinámica en el inicio del segundo tiempo y dispuso de una jugada que debió ser definitiva. Camacho metió un balón profundo para Mate Bilic. En su carrera, el croata intuyó por el rabillo del ojo el desmarque de Carmelo por el centro y le mandó un difícil balón al primer toque. El canario se quedó solo ante Codina, con la pelota botando y perfilado hacia la pierna izquierda, la menos buena. Se lo pensó un instante. Lo justo para que Cata Díaz se rehiciese y le encimase por detrás obstaculizando un remate que salió blandito. Codina sacó rápido y el balón le llegó a Pedro León, uno de esos futbolistas que siempre hacen lo que tienen que hacer. Esta vez le ganó la carrera a José Ángel y puso un centro preciso al corazón del área. Soldado, que se había pasado de frenada, rubricó la jugada con un chilena que se coló por la escuadra.