Covadonga, E. CASERO

El Oviedo se encomendó ayer a la Santina para que le ayude a lograr el ascenso a Segunda División.

La plantilla -el primer equipo y los jugadores del filial Jandrín y Mamadou-, cuerpo técnico, empleados y varios miembros del consejo de administración -sólo faltaba el máximo accionista y vicepresidente, Alberto González- acudieron a hacer una ofrenda floral a la Santina, la segunda de la presente temporada.

La primera visita a Covadonga fue en noviembre, cuando el equipo no atravesaba una buena racha, y tras pasar por la santa cueva los resultados empezaron a acompañar a los azules.

«Han pasado casi seis meses desde aquella anterior visita que hacíamos al santuario de Covadonga, en un momento en el que estábamos iniciando la temporada, y los resultados no eran favorables», recordó el capellán Santiago Heras. «En aquella eucaristía pedimos para nuestro equipo acierto, coraje, espíritu de sacrificio, profundo sentido de equipo, unidad y un clima cordial entre afición, jugadores, cuerpo técnico y miembros del consejo que nos permitiera orientar el rumbo del club para llegar a la fase de ascenso a Segunda División, y estos objetivos los hemos conseguido todos, desde el último aficionado que, domingo tras domingo, sigue los partidos, pasando por el consejo, cuerpo técnico, el que preside esta celebración, que hace una oración de súplica pidiendo acierto y buenos resultados, hasta los protagonistas más importantes que defienden los colores azules al saltar al campo: los jugadores, con su entrenador a la cabeza».

Tras la ofrenda floral a la Santina, vestida con un manto azul, que realizó el capitán Mario Prieto, la expedición oviedista se desplazó a comer a un conocido restaurante de Cangas de Onís.

Al término de la comida, los dirigentes le entregaron al dueño del restaurante un banderín firmado por todos los jugadores y al abandonar el local se produjo la anécdota de la jornada. Un grupo de niños de unos 12 años, ataviados con camisetas y bufandas del Sporting de Gijón, esperaban a la salida de la plantilla. «¿Quién es Aulestia?», preguntaban mientras intentaban tímidamente entonar cánticos de animo al club sportinguista, sin mucho éxito.

«No voy a animar a los del Oviedo nunca, pero a Aulestia no le voy a decir nada porque es un porterazo», reconocía uno de los jóvenes, quienes se animaron a cantar una vez que los oviedistas se alejaron.