Su influencia en el juego del Oviedo les señalaba como claves en el encuentro. Su pasado en el Pontevedra marcaba aún más el foco sobre sus figuras. Manu Busto, Xavi Moré y Jorge Rodríguez (además de Dani Hedrera, que siguió el encuentro desde la grada) regresaban a Pontevedra con la presión añadida de ser los pilares sobre los que recae el fútbol oviedista. Y el Pontevedra no se lo puso fácil.

En la primera parte los tres se vieron sorprendidos por el vendaval granate. Jorge Rodríguez fue el primero en darse cuenta del problema azul. A los cinco minutos, tras un contundente despeje, el zaguero se volvió hacia sus compañeros pidiendo más intensidad con grandes aspavientos. El sistema defensivo azul sufría una avería por el centro y las oleadas del Pontevedra amenazaban el arco de Aulestia. No tardó en llegar el gol de los gallegos, en el minuto siete, que confirmó las sospechas de Jorge Rodríguez. Si el Oviedo se desangraba defensivamente por el centro, pocas soluciones se ofrecían a la hora de atacar. Busto y Moré, recluidos en las bandas, esperaban atónitos algún balón en condiciones.

Tardaría 20 minutos en aparecer Manu Busto, jugador referencia del ataque oviedista. Mala señal para los azules. Un disparo desviado fue su mayor aportación en el primer acto. El que no descansó ni un instante fue Jorge Rodríguez. Una nueva llegada de los locales fue salvada por el central en la misma línea de gol. Si preocupante era lo de Busto, el papel de Moré no tranquilizaba lo más mínimo. Tiene algo el juego del catalán que recuerda a los extremos clásicos. Ajenos a lo que ocurre en el campo, escondidos bajo seguridad de la banda, los extremos suelen olvidarse del juego de conjunto para reservarse alguna acción individual que justifique su presencia en el césped. Moré siguió al pie de la letra el manual en el primer tiempo, excepto por lo de aportar en ataque. El pitido del árbitro señalando el final de los primeros 45 minutos fue recibido con sensación de alivio por los oviedistas. Ninguno de los tres estaba teniendo el regreso esperado a Pasarón.

Pero algo cambió tras el descanso. Habrá que solicitar a Pichi Lucas la receta mágica que le hizo variar de actitud en el segundo acto. Secundando a Curro, Manu Busto despertó de su letargo en el primer cuarto de hora de la reanudación. Pero sería Xavi Moré el que avisó primero. Un centro suyo desde línea de fondo no encontró rematador ante la desesperación del extremo. Un minuto después su enfado se transformaría en euforia con el empate de Perona. Busto tendría su cuota de participación en el gol provocando la falta previa. Y con el tanto llegaron los mejores minutos del Oviedo. Jorge Rodríguez detenía los escasos acercamientos del Pontevedra; Manu Busto se hacía dueño del ala izquierda y a Xavi Moré le correspondían los chispazos en ataque.

En los minutos de mayor control de los azules, llegó el mazazo. El enésimo balón que Igor ganaba a los centrales oviedistas terminó con el esférico en las redes de Aulestia y el camino otra vez cuesta arriba. Paradójicamente, en los momentos más duros del partido Manu Busto disfrutaría de su opción de gol más clara. Un balón filtrado entre los centrales gallegos dejaba al cántabro en inmejorable posición para batir a su ex equipo. Pero Quintana estuvo más acertado.

A partir de ahí la chispa ofensiva del Oviedo se fue apagando. Pichi Lucas decidió que el partido de Moré y Busto finalizara antes de lo esperado. En ambos casos se repitió el procedimiento: la tablilla señaló el número, el jugador en cuestión se acercó a la banda cabizbajo y desde la grada se escuchó sonido de viento. Silbidos de los aficionados del Pontevedra a los que se unieron algunos aficionados oviedistas, disgustados con el cambio. El regreso a Pasarón no fue tan bonito como esperaban.