Oviedo, Nacho AZPARREN

El sueño oviedista terminó en pesadilla. Pocos esperaban un final tan dramático, el optimismo inundaba los minutos previos al encuentro y la afición azul llenaba el Carlos Tartiere dispuesta a que el sueño del ascenso siguiera vivo. Nada que ver con el desenlace que estaba esperando.

Todo se precipitó en los minutos finales. El segundo tanto de Igor, el que mató definitivamente las esperanzas azules y sentenciaba la eliminatoria cuando el partido agonizaba, provocó los primeros incidentes en el campo. El primer objetivo fue el palco. Decenas de aficionados se amontonaron antes incluso de que el colegiado señalara el final del partido para expresar su malestar con la gestión del equipo. Primera bronca. Esperada, por otra parte. Bajo el grito de «¡Consejo dimisión!» comenzaron los primeros problemas en los aledaños al palco. La actuación de la policía nacional y el rápido desalojo de las autoridades evitaron que la cosa fuera a mayores.

Solventado el primer foco de polémica, los incidentes pasaron a producirse en la rampa de acceso al aparcamiento de autoridades y jugadores. La riada azul eligió la única salida de los altos cargos directivos como altavoz de su malestar. Fueron minutos de gran tensión. Afuera, la violencia amenazaba con estallar en cualquier momento. Dentro, los jugadores del Real Oviedo fueron saliendo al aparcamiento donde esperaban familiares y amigos más cercanos. Cabizbajos y con el desánimo por bandera, la espera se convirtió en un velatorio, donde jugadores y cuerpo técnico se consolaban como podían. Ni siquiera la presencia del siempre alegre Diego Cervero consiguió levantar el ánimo. Detrás de la verja metálica, los ánimos se iban calentando con la llegada de nuevos aficionados propagando insultos contra el consejo.

Hasta las diez de la noche la verja permaneció cerrada. En ese momento, el dispositivo de la Policía Nacional se puso en funcionamiento. En apenas quince minutos, la entrada al aparcamiento quedó desbloqueada. Los jugadores del Pontevedra, atónitos, grababan con sus teléfonos móviles la dantesca situación. Detrás del autocar de los gallegos, el del Real Oviedo recibía a los jugadores azules que preferían no mirar el espectáculo.

Liberado el segundo frente polémico del día, los actos vandálicos no cesaron. Los bárbaros no cesaron en su empeño y su siguiente objetivo fueron los autobuses de los seguidores del Pontevedra. Aparcados en el campus universitario del Cristo, algunos vehículos recibieron el impacto de piedras que acabaron con las lunas destrozadas en mil pedazos.