La historia del Bayern de Múnich como el equipo más exitoso de Alemania -con 22 títulos de campeón y 15 Copas en su palmarés- empieza a mediados de los sesenta y está asociada desde el comienzo a nombres que hoy todavía son señas de identidad del club como Franz Beckenbauer, Gerd Müller o Sepp Maier.

Naturalmente hay también una prehistoria que empieza con la fundación del equipo en 1900 y que incluye la conquista del primer título en 1932 o de la primera Copa de Alemania en 1957 pero, antes de los sesenta, el Bayern estaba lejos de ser el equipo que ejerce casi una hegemonía completa sobre el fútbol alemán.

Cuando en 1963 se fundó la Bundesliga, el Bayern no estuvo entre los 16 equipos agraciados que formaron al comienzo parte de la primera categoría del fútbol alemán y tuvo que pasar dos años en las inferiores antes de lograr el ascenso con un equipo en el que ya estaban Gerd Müller, Franz Beckenbauer y Sepp Maier.

En la temporada 1965/1966, la primera en la Bundesliga, los bávaros ocuparon el tercer lugar, ganaron la Copa de Alemania y Beckenbauer y Maier, este último como suplente, fueron convocados a la selección que jugó el Mundial de Inglaterra y llegó a la final, perdida ante los anfitriones.

Un año después vendría el primer título europeo cuando el Bayern ganó la Recopa al derrotar por 1-0 al Glasgow Rangers en la final con gol de Franz Roth.

En 1972, el Bayern empezó a jugar en el Estadio Olímpico de Múnich, escenario que luego daría paso a la Allianz Arena, y ese mismo año Gerd Müller quedó goleador de la Bundesliga con 40 tantos marcados, un récord que sigue vigente.

Dos años después vendría la conquista de la Copa de Europa, la primera de tres consecutivas, al golear en partido de desempate al Atlético de Madrid por 4-0 con dos goles de Müller y otros tantos de Uli Hoennes.

El equipo, cuya base era la misma del que había ascendido once años atrás a la Bundeliga, repitió el máximo título europeo en las dos temporadas siguientes dando así origen al mito del Bayern que hoy sigue vigente.

En 1979 Uli Hoennes, que tuvo que poner fin a su carrera como jugador por lesión, asumió el cargo de "manager" -director general- a la edad de 29 años y hasta hoy -cuando ocupa la presidencia del club- ha seguido siendo uno de los rostros con que se identifica al club bávaro.

Es posible que ese recorrido desde las categorías inferiores hasta el trono europeo haya convertido al equipo de los años setenta en un grupo de conjurados y que el culto a la amistad -una de las canciones que cantan los hinchas empieza diciendo "A los buenos amigos no los separa nadie"- sea una de sus divisas permanentes.

Hoennes ha contribuido decisivamente a que el Bayern siga teniendo mucho de club familiar -lo que recientemente ha destacado el holandés Arjen Robben- y a la vez ha sabido encauzar al equipo hacia las exigencias de la creciente comercialización del fútbol.

En primer lugar, Hoennes ha sabido mantener la salud financiera del club -las deudas lo espantan- y cuando ha tenido que deshacerse de jugadores lo ha hecho. El primer gran traspaso de la era Hoennes fue la venta de Karlheinz Rummenigge -actual presidente del Consejo Directivo- al Inter de Milán en 1984.

Esa venta alcanzó para cubrir las deudas de entonces y sentar las bases de los éxitos de los años siguientes y el buen manejo económico ha posibilitado fichajes importantes -el último ha sido el de Robben- que han ayudado a mantener la competitividad.

La Copa de Europa, sin embargo, le fue esquiva al Bayern -en el camino perdió finales contra el Oporto, el Aston Villa y el Manchester United- hasta que en 2001 logró la Liga de Campeones, con Ottmar Hitzfel en el banquillo, al derrotar al Valencia en la final por penaltis.

Ahora está otra vez ante una final y ha recuperado, además, un detalle del mito originario y es la alta participación de jugadores surgidos de la cantera. Philipp Lahm, Holger Badstuber, Bastian Schweinsteiger y Thomas Müller, para sólo mencionar a los titulares habituales, vienen de las inferiores del Bayern.