Oviedo, Álvaro FAES

Viste bien, habla idiomas, y es hasta guapo, el más sexy del deporte, dice una reciente encuesta entre mujeres italianas, que le veían además, como «el amante perfecto». Desde luego que José Mário Dos Santos Felix Mourinho (Setúbal, 23 de enero de 1963) da el perfil de entrenador que persigue Florentino Pérez desde que despidió a Del Bosque cara a cara con una Liga en el bolsillo. Habrá que dar tiempo al Bernabeu para que decida hacia dónde apunta su pulgar.

Mientras tanto, el madridismo únicamente espera a conocer cuándo podrá dar la bienvenida al señor especial. Así le bautizaron en Inglaterra (The Special One) cuando apareció recién fichado en el Chelsea con galones de campeón de Europa en el Oporto. «Por favor, no me llamen arrogante, pero soy campeón europeo y pienso que soy un tipo especial». Más o menos arrancó así su primera rueda de prensa y se ganó a pulso el apodo. Fueron tres temporadas en Londres, las que les valieron para acumular episodios que rozaban lo grotesco. Solo una vez pidió disculpas, pero fue poco después de su destitución.

Había regresado con su familia a Portugal en noviembre de 2007 y la prensa de todo el país se hizo eco de un incidente en el colegio de una de sus hijas. Los periódicos contaron que para defender a su niña de otro alumno llegó a sujetarle por el pelo y a decirle que si fuese mayor arreglarían el asunto a la puerta del colegio. La cosa se puso fea y Mou tuvo que disculparse y reconocer su exceso.

Por cierto que lo de Mou no es más que un apócope periodístico. De niño, en Setúbal, le llamaban Ze, diminutivo de José, para disgusto de su madre, profesora de Lengua. Allí nació hace 47 años y le llamaron José, como su padre, de quien heredó la pasión por el fútbol.

Y le pusieron Mário de segundo nombre por su tío Mário Ascensao Ledo, empresario conservero y figura relevante en la dictadura de Salazar. «Ser de derechas como los soy yo, era como ser del Oporto en Lisboa», declaró en una ocasión el futuro entrenador del Madrid. La Revolución de los Claveles acabó con la dictadura y la prospera fábrica pasó a manos públicas. La familia Mourinho dejó su gran casa en Setubal.

Católico empedernido, cita a Juan Pablo II como su personaje histórica preferido. Hace 21 años que está casado con Matilde, la discreción por bandera. Llevan dos años en Italia y su primera foto juntos es de la semana pasada. La protección de su intimidad familiar es más que celosa. Aún así, las campanas de separación le rondaron un par de ocasiones. En 2007 la portuguesa Elsa Sousa relató una relación de 16 meses. Y el verano pasado, otra mujer, ahora una italiana, aireó historias de infidelidad. El matrimonio aguantó y juntos vendrán a España.

Su época en Inglaterra dio para muchas aventuras. Fueron tantas que circulaba el chiste de que Mourinho, fallecido, llegaba al cielo cabreado. Dios le preguntaba si tenía algún problema y el entrenador respondía que estaba realmente molesto porque no comprendía por qué estaba sentado en una silla que le correspondía.

Triunfó en las islas pero su mal genio en el banquillo se hizo tan famoso como el rocoso Chelsea, un equipo imposible de batir en Stamford Bridge, pero al que le quedó la espina de la Copa de Europa.

En las semifinales de la UEFA de 2003 agarró por la camiseta a Castroman, del Lazio, cuando iba a sacar de banda. Y en la Carling Cup que ganó 3-2 al Liverpool mandó callar a los aficionados reds cuando empató el partido. Las dos veces se fue a la calle.

En el banquillo tiene imán para las cámaras de televisión, también para los follones. En el libro de su amigo periodista Luis Lourenço define su idea de fútbol. «Que el equipo en su todo sea mejor que la suma de las partes». Si en el Madrid lo consigue, tiene el éxito asegurado. Ahora espera cita para viajar al Bernabeu.