Oviedo, Á. F.

Suena a chiste, a subidón de temperatura veraniego, pero es tan real como la comunicación que se ha recibido en la Federación Española de parte de la FIFA: multa de 7.300 euros por comportamiento violento durante la final de Johannesburgo. Tal cual. La tarjeta a Iniesta por sacarse la camiseta después del gol más importante de su vida, la zancadilla de Capdevila a Van Persie y las otras amarillas, a Ramos, Puyol y Xavi, cuestan poco más que el torrente de violencia holandesa. A la sede del fútbol oranje llegó una factura de 11.000 euros.

Así que el patadón de De Jong a Xabi Alonso, la violencia continuda de Van Bommel, los exagerados aspavientos de Robben, los pisotones de Heitinga o la feísima entrada de Sneijder a Busquets sólo cuestan a la Federación tulipán 3.700 euros más que a la española.

No se arruinarán españoles y holandeses con la multa y, con el reglamento en la mano, la FIFA está cargada de razón. Otra cuestión es la estética y la ética de la decisión. Resulta que el artículo 52 de su código disciplinario entiende que un equipo ha tenido mala conducta a partir de la quinta tarjeta amarilla. No importan los motivos, ni el acierto del árbitro, ni la actitud durante el partido. Desde la quinta, 10.000 francos suizos para la caja de Joseph Blatter.

¿Y qué hay del árbitro? Que se sepa, nada han dicho a Howard Webb, incapaz de frenar la violencia holandesa y todo un maestro a la hora de repartir cartulinas con mucho cuidado para las dobles amonestaciones. Sólo muy al final, ya en la prórroga (minuto 109) mandó a la ducha a Heitinga por un evidente agarrón a Iniesta. Antes ya había marcado a Villa.

Siete holandeses se fueron con tarjeta. Al defensa del Everton se añadieron Van der Wiel, Mathijsen, Van Bronckhorst, Van Bommel, De Jong, Van Persie y Robben. Con las doce amarillas y la roja fijó un nuevo récord en la final de un Mundial.