Oviedo, Á. FAES

Circula la leyenda de que fue Óscar Celada (Luarca, 1966) el que devolvió las aceitunas a las ensaladas de la selección. Y la certeza de que no le dejaron supervisar ni uno de los platos del Txistu en la cena de los campeones. Es difícil encontrar buenas fotos suyas de Sudáfrica, de ésas en las que se le vea bien. Y eso que saltó al campo decenas de veces. Pero siempre fuera de plano, porque el foco estaba en el jugador lastimado. Mientras el Óscar futbolista trotaba por Gijón, Zaragoza y Las Palmas, a base de codos construía al doctor Celada. Llegó el Mundial y tocó el cielo como médico de la selección española, la campeona del Mundo. Por ser el protector de los muchachos de Del Bosque, el líder de los servicios médicos de España, ha sido elegido «Asturiano del mes» de julio de LA NUEVA ESPAÑA.

Fueron tres los asturianos en el grupo que ha conseguido el mayor éxito en la historia del deporte español. En campo, Villa y Mata -los dos tienen el galardón que entrega este periódico- y fuera, en el banquillo, con el botiquín a punto y las molestias y dolores de 23 jóvenes estrellas en la cabeza, Óscar Celada: el médico de la selección

Ni por asomo podía sospechar el Óscar futbolista que el día de su mayor gloria deportiva le llegaría a los 44 años. La Recopa de 1995, aquella que ganó el Zaragoza, sí, la del gol de Nayim desde 45 metros, un misil imposible para Seaman, portero del Arsenal, fue la noche mágica de Óscar. No jugó ni un minuto en el Parque de los Príncipes, pero logró el primer y único gran título de su carrera. Él, un centrocampista con casi 200 partidos en Primera, repartidos entre el Sporting y el Zaragoza, que luego siguió en Las Palmas y continuó en la isla para retirarse en el Universidad.

De un lado a otro llevó su fama de jugador trabajador, serio y entregado, tanto como para suplir alguna laguna técnica y ganarse la confianza de sus entrenadores. A todos sus destinos trasladó su matrícula de estudiante de Medicina, desde la inicial en Oviedo hasta que en Las Palmas lo hicieron doctor.

«Todavía me pellizco por ser el médico de la selección», dijo en una reciente entrevista en LA NUEVA ESPAÑA, orgulloso por un éxito que no había pensado para él, aunque ya no fuera como jugador.

Con el título en el bolsillo, colaboró con la Federación Española de atletismo, fue becario del Consejo Superior de Deportes y entró en el equipo del doctor Guillén en la clínica Centro de Madrid. Más tarde regresó a Zaragoza y se puso a las órdenes del doctor Villanueva, en 2008.

El relevo de Luis Aragonés fue el trampolín ese año para Óscar Celada. Cambia el seleccionador y entran nuevos lugartenientes. Al doctor Celada le llama Fernando Hierro, director deportivo de la Federación, dicen que por consejo de Miguel Pardeza, viejo amigo de Zaragoza. No dejó a los maños pero se incorporó al equipo nacional, donde tiene a su cargo al doctor Cota y a cuatro fisioterapeutas.

El listón estaba muy alto para todos después de la Eurocopa, pero el grupo respondió. «Fueron cincuenta días de convivencia, pero los futbolistas lo hicieron muy fácil para todos», contó Óscar Celada ya de vuelta en España.