Tanto le gusta al entrenador del Sporting empezar las Ligas con los nuevos sentados en el banquillo que promover ciertos debates se hace imposible o la discusión resulta intrascendente. Nos sentamos anteanoche frente al televisor para el estreno de la temporada, predispuestos a polemizar sobre lo que Preciado cree que es una milonga veraniega de periodistas: eso de que Nacho Novo tiene una marcada tendencia a desenvolverse mejor en punta y no partiendo de la banda (allí donde ahora se llevan a los goleadores que no alcanzan el metro ochenta). No hubo lugar al rebrote dialéctico en el Calderón, con la alineación del gallego entre los suplentes en aplicación del código de homenajes.

Nos queda pendiente para otro día ese debate sobre los arietes del Sporting, que me temo se hará extensivo a la temporada en curso. Ustedes creerán un desvarío que nos pongamos hoy a discutir sobre delanteros en punta, tras haber presenciado un sainete de errores defensivos visitantes en el Calderón (noche aciaga de Canella, no sé si para ahuyentar compradores), pero es que antes del segundo gol del Atlético, que fue el de la puntilla prematura, el flamante campeón de la Supercopa europea había vivido casi un cuarto de hora en su estadio a merced de un Sporting decidido a por el empate? y otra vez negado ante la portería rival. Como la alineación dispuesta por el técnico, el equipo resultó una fotocopia de la versión menos favorecida en la temporada anterior: ese cóctel autodestructivo conformado a base de regalos en las dos áreas, algunos desajustes en la presión y un vistoso amago de esgrima inocente en la línea de tres cuartos.

A estas alturas de la película sabemos que no va a haber una mayor elaboración del juego. No ganará influencia la vena creativa de Rivera ni se acompañará al manchego en la medular con algo más de fútbol, además del recurso de un buen escolta provisto de escoba y garrote. Estamos concienciados con lo que se entiende por juego directo, transiciones rápidas y esa confusa mezcla de velocidad y precipitación; acostumbrados a los despistes defensivos salpimentados con alguna manopla salvadora de Juan Pablo y, un año más, entregados a Diego Castro, que no es Di'Stéfano, en efecto, pero sigue hablando un idioma diferente en el campo. Con esa misma resignación leíamos el otro día la última entrevista publicada con Johan Cruyff: «Jugar al fútbol significa tener el balón. Si no, me voy a practicar atletismo».

Con casi dos semanas de margen de maniobra hasta el próximo partido, empezar la Liga de colistas puede tener efectos terapéuticos, pese a todo. Cundía cierta rechifla hacía aquel Sporting de aspecto mantecoso, debutante en Primera hace dos años, y el rumbo se enderezó pronto con una conjura solemne de Preciado en Mareo: «Más de uno se la tendrá que comer».

En adelante aceptaremos cualquier menú, y al atletismo como disciplina alternativa. Restablecida la calma, tal vez volvamos a cantar de nuevo la milonga de los delanteros centro.