Oviedo, Antonio LORCA

El actual seleccionador portugués, Paulo Bento, pasó sus mejores año como futbolista en Oviedo (1996-2000) e hizo un montón de amigos, con los que aún conserva una relación de familiaridad y afecto. Muchos de estos amigos tenían su punto de encuentro en el restaurante Casa Pedro, donde el lisboeta encontró a su segunda familia.

De la boca de Pedro Suárez y Azucena Álvarez, matrimonio propietario del establecimiento, solo salen piropos hacia el portugués, un amigo para toda la vida. «Es una persona noble, amigo de sus amigos; un hombre con un carácter fuerte, pero que al final amansaba como un cordero», explica el hostelero, quien aún guarda en su memoria aquellos días en los que el ex futbolista era uno más en las tertulias de fútbol que se formaban en su establecimiento. «Oviedo era su segunda casa, te puedo garantizar que él se siente ovetense de adopción», dice convencido el propietario del restaurante.

En aquellos, días en los que el Oviedo militaba en Primera División, era muy habitual ver por Casa Pedro al actual seleccionador portugués junto a otros compañeros, como su compatriota Abel Xavier, Roberto Losada, Dubosky o Christiansen. «Le encantaba una ensalada mixta especial que le preparaba yo y el cachopo», dice Pedro Suárez, quien destaca de Paulo Bento su implicación con el equipo: «Sufría mucho cuando perdía con el Oviedo. Aquí tuvo días de llorar de rabia cuando el equipo caía derrotado». «Vivía y amaba el fútbol», insiste el hostelero.

La relación de Azucena y Pedro no se limita al futbolista, sino que se extiende hacia la mujer, hijos y padres de Paulo Bento. Hasta el punto de que, en medio de la conversación con LA NUEVA ESPAÑA, y al no recordar el nombre de la hija mayor del portugués, Pedro sacó el móvil y directamente llamó a la esposa de Bento: «¿Qué tal? ¿Cómo estáis todos? ¿Y tus suegros? ...Oye que estoy aquí con un periodista y nunca me acuerdo del nombre de tu hija mayor ... ¡Sofía! Eso es. Paulo me imagino que estará concentrado...».

Azucena se incorpora algo más tarde a la conversación pero, viendo que se habla de Paulo, se entusiasma. «Allí, allí -señala con el dedo a la parte posterior del establecimiento-, si le ves llorar en esa mesa. Las lágrimas le llegaban al pecho el día que supo que se marchaba del Oviedo», dice Azucena. «Y es que -insiste- se encontraba muy bien aquí». Para su marido, el seleccionador portugués tenía «un carácter muy parecido al asturiano: es una persona seria, pero con cierta sorna, con esa retranca que también tenemos aquí». De lo que no tiene duda el hostelero es de que Paulo Bento puede llegar muy lejos como entrenador: «Le veo capaz de entrenar a cualquier equipo, incluso a uno de los grandes». «También sé con seguridad que le hubiera encantado entrenar a su Oviedo», concluye.