Andrés Iniesta, el fenomenal centrocampista azulgrana, cuyo mayor mérito según alguna emisora reside en haber jugado determinado torneo de alevines, confesaba hace horas que no sabe qué hacer mañana, domingo, sin partido que jugar. Los altos designios azulgranas, aliados con la disculpa de las elecciones y con la dirección de una cadena de televisión, han retrasado al lunes el gran acontecimiento. Luis César Menotti, «Falco» Menotti para los más allegados, escribió un día aquello de lo lindo que era levantarse un domingo sabiendo que por la tarde jugaba Diego Armando Maradona. Eso mismo, cambiando los nombres, podrían escribir el lunes los seguidores de uno u otro equipo. Qué lindo será levantarse un lunes sabiendo que por la noche, el 29 a las 21, jugarán Messi o Cristiano Ronaldo, o Xavi, o Iniesta, o Casillas u Ozil. Por no señalar más.

Pero, de momento y a la espera de las últimas previas que aparecerán hoy o mañana, la frase del clásico la ha pronunciado, quién si no, Jorge Valdano: «El entrenador del Real Madrid ha de matar todos los días tres leones», en clara referencia al foco mediático que tiene el club y ante el que se siente feliz el actual técnico. Mourinho es un personaje feliz matando leones; cuatro mejor que tres y cinco mejor que cuatro. Y, de pasada, se ha encontrado con un aliado al que le pasa lo mismo. Maradona ha jaleado el trabajo del portugués: «Ha puesto en orden un club que era un putiferio», o algo así.

Los leones, y no precisamente los del Athletic Bilbao, no inquietan lo más mínimo al portugués triunfador. En pocos días, cuentan los más finos analistas, tres organismos le han levantado acta: la Comisión Antiviolencia, el Comité de Competición y la UEFA. Los dos primeros, cierto es, no tienen ni colmillos ni garras. El tercero es otra cosa y puede que le provoque algún rasguño. Le dará igual. Si hay sanción, a la localidad del socio amigo en el Bernabeu. Si es fuera de Madrid, al palco de lujo. Si es dinero, sin problema.

Su pecado fue no disimular, como han hecho otros con un estilo zen inigualable. Mourinho es ahora la presa a batir por los tres leones diarios que ha de ir matando. Pero si sale ileso del ataque de verdad, el de pasado mañana en Barcelona, los leones de cada día irán bajando su agresividad y quizá se limiten, como los verdaderos de los documentales de La 2, a contemplar el paisaje de la sabana tumbados a la sombra de una sombrilla de encaje y seda.

A dos días de la gran cita, no hay salidas de pata de banco ni frases amenazadoras, lo que es de agradecer en los tiempos que corren. La fiesta del fútbol ha de estar por encima de las rivalidades más enconadas. La fiesta del fútbol no se entiende con bates de béisbol o porras.

La jornada de Liga empieza hoy y terminará pasado mañana a las once de la noche. Un horario casi inédito, inconveniente para tantos aficionados. Pero es lo que hay. Como en las bodas de Caná, el mejor vino se sirve al final del festejo. Lo que viene antes no es, ni mucho menos, despreciable pero queda empequeñecido por la cita de un partido universal. El entrenador de uno de los equipos tendrá que llegar con los leones muertos para que no le distraigan de la tarea principal.