Oviedo, Á. FAES

En la familia de Tensi, el dolor era anoche indescriptible. Sus hijas, Vanessa y Verónica, y Gloria, su esposa, hacían acopio de fuerza en Hospital Central de Asturias, donde trataban de asimilar la noticia. El que fue rocoso central del Oviedo y eterno segundo entrenador en la última época en Primera División, no pudo superar el derrame cerebral irreversible que sufrió el sábado por la noche. Aguantó 48 horas, fuerte, duro, como en tantos partidos (399 oficiales) al frente de la defensa del Oviedo. Pero los médicos no pudieron hacer nada por él. El dolor era también intenso en la familia oviedista, su otra casa, donde era tan amado que ayer se hacía difícil arrancar testimonios sin encontrar voces entrecortadas y lágrimas al otro lado del teléfono.

A Toni Cuervo, una de las referencias del Oviedo que recibió a Tensi, se le venía a la cabeza el muchacho apocado que apareció por un vestuario plagado de futbolistas hechos y derechos. «Era un crío cuando llegó y apenas se atrevía a hablar. No había visto a nadie tan tímido pero tenía unas condiciones increibles. Los veteranos nos dimos cuenta de que había que cuidar a aquel chaval porque tenía madera. Se demostró con el tiempo porque fue el mejor central que tuvimos mientras yo jugué. Como persona era un santo», cuenta Toni Cuervo, con problemas para contener la emoción.

El joven Tensi era un ejemplo para los muchachos que llegaban al Vetusta. Seguir su camino significaba alcanzar el éxito. Era tímido, sí, pero también listo, como repie Toni Cuervo que detectó nada más verle cómo se manejaba en el vestuario. «Se podía pasar todo el entrenamiento sin hablar. No era como los que subían del Vetusta, que sabían más cosas. Él venía del pueblo, de Les Pieces (La Felguera), pero era muy observador».

Pronto se dio cuenta Tensi de que si quería hacer carrera en el Oviedo debía fijarse en veteranos como Toni Cuervo o Julio Marigil, dos jefes de vestuario que le apadrinaron y le enseñaron el camino correcto. «Vino asustado, era el tipo de chaval al que había que cuidar porque valía mucho la pena como futbolista y como persona», explica Toni Cuervo, que tiene muy presente la radiografía del Tenis jugador: «Un defensa muy completo. No muy rápido pero con mucha visión del juego y que sabía anticiparse. Era muy difícil regatearlo y tenía un salto tremendo».

A mediados de los sesenta -Tensi llegó al Oviedo en 1965- eran los propios futbolitas los que autogestionaban aspectos tan vigilados ahora como la dieta o los hábitos fuera del campo. «Nosotros le inculcamos lo que debía hacer. Lo que podía o no comer, que no era bueno fumar y que el alcohol estaba prohibido se quería triunfar en el fútbol», dice, emocionado Toni Cuervo.

No olvida tampoco un encuentro casual con el padre del prometedor jugador, preocupado por la integración de un muchacho tan tímido en el complicado ecosistema que es el vestuario de un equipo de fútbol.

En los viajes, Julio Marigil y Toni Cuervo no le dejaban solo ni un minuto. «Se me pegaba tres o cuatro de los chavales y les llevábamos a tomar café. Nada más, solo de vez en cuando íbamos a alguna sala de fiestas».

Julio Marigil estaba ayer por la noche destrozado, apenas una hora después de conocer el fatal desenlace de Tensi: «No tengo palabras. Nunca pensé que a él le pasaría algo así. Quise ir a verle por la mañana pero ya no me dejaron. No sabía que estaba tan grave», decía sin asmilar la noticia.

Coincide Marigil con Toni Cuervo cuando evoca la llegada de Tensi al Oviedo. «Le enseñamos a dar los primeros pasos. Era un crío que asimilaba todo muy rápido. Con el tiempo, se hizo muy amigo de todos. Eran tan buena persona que nunca tuvimos un problema. Solo puedo decir cosas buenas de él».

Pasaron los años y la amistad entre ellos se mantuvo. El fútbol los unió y siguieron junto en mil y una aventuras, unidos mucho más tarde en la asociación de veteranos. «Esto es un golpazo», dice Marigil.