Ribadeo (Lugo),

Pablo ANTUÑA

El Oviedo conquistó por decimoquinta vez el trofeo «Emma Cuervo». Y lo hizo gustándose, controlando el partido y venciendo frente a un rival potente como el Lugo, que hace apenas dos meses estaba luchando por ascender a Segunda División. Los azules construyeron su victoria con una presión importante en el área rival, buena circulación del balón y los primeros detalles de Abasolo. Los canteranos tampoco defraudaron, con unos buenos Pablo Espina y Jandrín.

En la primera parte el Oviedo llevó el control del juego, aunque el gol no le acompañó. Los azules mostraron un estilo agresivo y fueron a buscar el fallo del rival desde la primera línea de los lucenses. El nerviosismo fue patente en la zaga del Lugo, y los azules aprovecharon la coyuntura para moverse bien entre líneas. La segunda mitad comenzó con un gol tempranero. Apenas habían transcurrido 20 segundos cuando un nuevo fallo de la defensa del Lugo acabó con un robo de Martins. El senegalés no logró batir en primera instancia a Diego Rivas, pero Rubiato aprovechó la portería vacía en el rechace y con un tiro raso puso el gol que al final iba a decidir el partido.

Tras este gol, Pacheta cumplió con su planificación y refrescó el equipo con los más jóvenes. El Oviedo jugó con gran mayoría de jugadores del Vetusta, y el Lugo sólo tuvo un par de ocasiones, en los pies de Belencoso -el más activo de los gallegos-, que fueron solventadas por Dani Barrio. En conclusión, el Oviedo se llevó la victoria, y además convenció ante uno de los rivales directos que tendrá en la competición de Liga.