En el origen fue Stamford Bridge. Los equipos de fútbol siguen un orden lógico en su nacimiento: primero se reúne un grupo de jugadores, después se constituyen como equipo y la búsqueda del terreno de juego es el último trámite a solventar. El Chelsea fue una excepción. Gus Mears poseía a principios del siglo XX un coqueto estadio usado hasta entonces para el criquet y el atletismo. Mears le ofreció a uno de los clubes con más solera de Londres, el Fulham, jugar en sus instalaciones, pero sus directivos prefirieron seguir en su clásico terreno, el Collage. Su amigo Frederick Parker le propuso una alternativa: crear un equipo desde cero. Así nació el Chelsea. Como le ocurrió a su actual club, también la historia de Juan Mata en Londres comienza en Stamford Bridge.

«Fueron sólo 20 minutos. Jugué aquí, en la banda derecha». Juan Mata (Burgos, 1988) señala uno de los flancos del césped de Stamford Bridge mientras los operarios se esmeran por reparar los daños del último partido liguero. El asturiano recuerda su estreno en la Liga de Campeones con nitidez. Fue el 11 de diciembre de 2007, cuando Koeman le dio la oportunidad de debutar en la máxima competición continental, precisamente ante el Chelsea. Ahora, casi cuatro años después, el asturiano se ha convertido en el nuevo ídolo de la grada de Stamford Bridge.

Mata llega ligeramente tarde a su cita con LA NUEVA ESPAÑA. La dilación está justificada. André Villa Boas, técnico del Chelsea, cumple 34 años y ha pagado un aperitivo al finalizar el entrenamiento en Cobham, un tranquilo pueblo a 30 kilómetros de Londres. Allí tienen los «blues» su búnker, una espectacular ciudad deportiva. «Es inmensa, tiene unos 30 campos, ¡a veces ocupamos varios terrenos en los entrenamientos!», relata el asturiano.

A Mata se le enciende el rostro cada vez que habla de su nuevo club. La integración es total. No se han cumplido dos meses de su llegada y ya es un ídolo en uno de los barrios más elitistas de la urbe. «Aquí el fútbol se vive con más intensidad. Hasta en la Carling Cup la afición está volcada con el equipo», expone Mata, que señala otra diferencia con el fútbol español: «Cuando juegas fuera de casa y lo haces bien, la afición rival no tiene reparos en reconocerlo y te aplaude».

Su tirón en Londres se nota en pequeños detalles: la camiseta con el 10 a la espalda destaca visible en el escaparate de la tienda oficial, la portada de la revista del club anuncia este mes una entrevista exclusiva y los periódicos no cesan de alabarlo. «El otro día vi un titular que me hizo mucha gracia. Decía: "¡Juanderful!" (un juego de palabras con su nombre y el adjetivo wonderful -maravilloso-)», comenta entre risas.

En su rápida integración en la ciudad han tenido mucho que ver sus compañeros. Casi tanto como su carácter, optimista y extrovertido. En las primeras semanas ha hecho migas con algunos de los nuevos.

El centro de operaciones es el Wyndham Hotel, un selecto hotel a cinco minutos de Stamford Bridge que el club utiliza para las concentraciones. Allí comparte estancia con otros novatos, como el catalán Oriol Romeu, el belga Lukaku o el portugués Meirelles. «Me queda poco en el hotel. Ya tengo prácticamente elegida mi casa. Está en Battersea, a orillas del Támesis y a unos diez minutos del estadio», asegura.

Hasta entonces no se separa de Oriol Romeu. Mata ha caído en gracia dentro del vestuario. «El primer día se me acercó Terry, me dio su número de teléfono y me dijo que llamara cuando necesitara algo. A cualquier hora del día. Me ha sorprendido gratamente lo cercano que es. Está siempre haciendo bromas y pendiente de que nos integremos», cuenta.

Lampard, Cole o Cech -que habla cinco idiomas, entre ellos castellano- han ejercido de perfectos anfitriones. Por supuesto, también Torres. «Un fenómeno, Fernando es un fenómeno», no deja de repetir a modo de muletilla cada vez que se le cita al de Fuenlabrada. Su carácter cala especialmente entre los jóvenes. Sturridge, uno de los bromistas del equipo, ha sido el primero en ponerle un mote. «Me llama Johnny Kills -algo así como Juanín Mata traducido libremente al inglés-. Otras veces me llama Johnny Cash, como el cantante, pero esto ya no sé por qué...», revela; «el delegado del equipo siempre se me acerca y me dice "what's the Mata?"», añade.

Pero si hay un nombre que ha sido determinante en su adaptación, éste ha sido Villas Boas. Mata fue una petición expresa del técnico luso, que no ha dudado en darle galones desde el primer minuto, aunque alguna vez le toque rotar, como anoche ante el Genk. «Villas Boas es joven, moderno y ofensivo. Le comparan con Mourinho, pero no sé si se parecerán tanto. La adaptación siempre es más fácil cuando juegas, como me ocurre ahora. Con la confianza alta todo se hace más sencillo», señala.

Y en la cima del organigrama se sitúa Abramovich. Una sombra para algunos, el jefe supremo para otros. El causante último de que Mata esté en Londres, en definitiva. «No, no lo he conocido», reconoce Mata; «sé que estuvo en el partido ante el Everton en el palco, pero nunca he hablado con él». El delantero dejó el Valencia previo pago de 28 millones de euros, una cantidad importante. «Si lo piensas fríamente, sí que impresiona que se haya pagado tanto por mí. También es un orgullo», explica, dejando aparcada la presión.

Joven, famoso y millonario, Mata disfruta ahora de uno de los mejores escenarios posibles. Pero no todo en su vida ha sido tan fácil. A sus 23 años, el asturiano ya ha vivido tres cambios de residencia: con 15 dejó Oviedo para emigrar a Madrid. Años después abandonó el club blanco para probar en el Valencia. Ahora le toca el turno a la aventura londinense.

En el largo camino hasta el presente, Mata deja claro cuál fue la decisión más complicada: «Irme de Oviedo fue un momento clave. Era cadete y no me planteaba otra cosa que vivir en mi ciudad, pero una llamada del Madrid lo cambia todo».

Mata recorre orgulloso las instalaciones de su nuevo club mientras cuenta sus sensaciones en Londres. Tras pasar por la sala de trofeos, la última parada es el museo del Chelsea, donde Mata hace de perfecto anfitrión eligiendo sus lugares favoritos.

De pronto, un vídeo con los mejores goles de Gianfranco Zola, uno de los últimos ídolos de la hinchada «blue», interrumpe sus explicaciones. Mata se queda absorto mirando las obras de arte del italiano. El jefe de seguridad del estadio, que hasta el momento le ha escoltado con la seriedad de los guardias que protegen el Buckinham Palace, ve la oportunidad de romper su voto de silencio: «Tú eres mejor que Zola». Mata acepta el exceso del empleado con una sonrisa de orgullo.