Los corazones cansados no están preparados para tan continuas emociones. El lunes, una; el martes, aunque esto siga sin ser Bélgica, otra. Demasiadas emociones en pocas horas. Demasiadas imágenes inéditas. Y lo que te rondaré.

La goleada de Anoeta cerró un ciclo. Las buenas gentes del Sporting están agradecidas al entrenador que devolvió al equipo a Primera y lo están demostrando de diversas maneras. Desde quienes van a pedir el título de hijo adoptivo de la ciudad, el PSOE local, hasta quienes convocan una manifestación ante la puerta cero de El Molinón el domingo, hasta quienes, en mala copia del minuto siete del Bernabeu en homenaje a Juanito, piden una ovación en el minuto cinco del encuentro del domingo. El agradecimiento es un síntoma de categoría. La histeria, y le digo a usted, señor de guardia, es otra historia, que diría el barman de «Irma la dulce».

Pero el ciclo había llegado a su final hacía tiempo y en el club lo sabían todos. Desde los ocupantes de los despachos asaltados no hace tanto por una banda de ladrones hasta los profesionales de la primera plantilla a quienes ya no llegaban los mensajes del hombre que los tenía que llevar hasta la permanencia. La ley del fútbol es inexorable y la falta de resultados puede con todos los entrenadores. El voluntarismo se estrella contra la realidad y la realidad es que el Sporting, tras el celebrado ascenso, había entrado en ciclo perdedor: el cuarenta y siete por ciento de los partidos jugados en Primera había terminado en derrotas, ochenta y ocho en ciento ochenta y seis partidos. Demasiadas derrotas, damas y caballeros; cinco victorias en veinte partidos en lo que se lleva de ejercicio futbolístico. Números crueles que hasta tapan el cierre de la racha triunfal del Barcelona o de la racha local de Mourinho y de las Alas Pumariño, cuyo agregado de prensa ha lamentado la decisión del club rojiblanco. Números crueles que justifican la decisión del club.

Por cierto, si pregunto, ¿molesto?: ¿por qué han dejado solo en la presentación a Iñaki Tejada, nuevo entrenador?, ¿no tiene la suficiente categoría para ser acompañado por el presidente o el director deportivo, que aparecen en la fotografía del día en que llegó el ahora destituido?, ¿es un mensaje de provisionalidad?, ¿es un mensaje de que los de la casa valen menos?, ¿es verdad que el nuevo entrenador y el director deportivo son íntimos enemigos? Como siempre, nadie dará explicaciones.

Pero ahora, damas y caballeros, señoras y señores diputados, la suerte de Iñaki Tejada y de su ayudante, Sergio Sánchez, será la suerte del Sporting. El nuevo entrenador tiene mucha tarea por delante y sabe mejor que nadie por dónde tiene que empezar. Ha sido testigo privilegiado de estos años, aunque le hayan dejado poco papel. El nuevo entrenador parece serio y trabajador. El Sporting trasciende a entrenadores y jugadores. De ahí que merezca la confianza y el apoyo necesarios para que lleve adelante su labor y que ésta sea lo más fructífera posible. La permanencia es irrenunciable.