Con gesto serio, forzado incluso, manos entrelazadas para dar más fiereza a su puesta de escena y un tono de voz elevado, José Rojo hizo su aparición ante la afición oviedista. Era el 16 de febrero de 2011, un día después de que el Oviedo hiciese oficial la llegada del nuevo técnico. La derrota ante el Sporting B había escocido tanto como la nefasta clasificación liguera: el Oviedo bordeaba los puestos de descenso y el desastre se aproximaba. «¡Ganar al Éibar!», repitió insistentemente ganándose sus primeros adeptos. Era el primer capítulo del «método Pacheta» que ha revolucionado la actualidad oviedista. Un año después, a pesar de la última derrota azul, pocos ponen en entredicho la labor del entrenador.

Los 365 días completados por Pacheta a bordo de la nave azul han dado para mucho. A sus éxitos deportivos inmediatos, el técnico sumó una facilidad pasmosa para ganarse al vestuario con sus ideas sencillas pero firmes. Sus intervenciones ante los medios también han sido celebradas. Pacheta ha llenado las ruedas de prensa con sentencias que ya forman parte del ADN oviedista. Su escena pública completa el cuadro. Desde su llegada el burgalés ha sido ovacionado por el exigente Tartiere y su influencia ha llegado a sobrepasar lo meramente futbolístico.

Su arma más firme, sobresaliente la temporada pasada y notable en la presente, la función para la que fue contratado, en definitiva. Sus números en el banquillo azul son contundentes: ha ganado 22 de los 37 partidos ligueros (23 de 41 si se suman los de Copa), lo que supone un 59,4 por ciento de los encuentros disputados. En su hoja de méritos destaca sacar al equipo de las posiciones peligrosas de la tabla el año pasado, clasificarlo para la Copa del Rey y acechar esta temporada los puestos de honor. También ha habido sombras. Sólo un batacazo en León truncó su fenomenal imagen del año pasado, pero esta temporada el juego ha sufrido más altibajos.

En defensa del técnico habría que argumentar su coherencia. Con menos concesiones a la sutileza que sus predecesores, Pacheta nunca ha variado su discurso. El fútbol directo, las segundas jugadas y la defensa adelantada son ya marca registrada de los azules. El Oviedo es sexto en la Liga, a tres puntos del segundo, y el técnico conoce las dificultades: «Nos costará meternos en play-off, pero si lo logramos apuesten por nosotros». La frase va en consonancia con lo visto: un Oviedo sólido ante los grandes y más vulnerable ante equipos de menos envergadura.

Uno de los aspectos más marcados de su método. El técnico ha logrado que todos los futbolistas se integren en su proyecto. No han faltado las tensiones con alguno de los no habituales, pero hasta la fecha no se conocen disidentes. Su forma de motivar a sus pupilos de forma colectiva («Con estos voy a la guerra») e individual («Xavi Moré es nuestro futbolista más importante» o «Pelayo es el jugador franquicia») son habituales en su discurso.

Abasolo, Óscar Martínez o incluso Lledó son ejemplos de que perder la confianza del técnico en un momento dado no significa necesariamente desaparecer del mapa eternamente. Los tres han vuelto a ser importantes tras pasar momentos duros. Su pasión desatada en los entrenamientos es el mejor ejemplo de su faceta motivadora con la plantilla.

Su labor como representante del club no finaliza en el terreno de juego. Pacheta se ha ocupado de dejar su marca también en sus intervenciones ante los medios. Siguiendo el ejemplo de Bielsa, el burgalés sólo concede entrevistas de forma excepcional, pero ofrece lo mejor de sí en las ruedas de prensa.

Seguramente el término de «rodillo» haya sido su mayor contribución al ideario azul. Quizá sin quererlo, el técnico ha logrado que su definición del juego practicado se convierta en un sello personal para la afición. Pero, sobre todo, Pacheta ha logrado que dentro de El Requexón sólo se hable de fútbol. Desde el primer día el técnico ha dejado claro que en un club con la complejidad del azul el elemento extradeportivo ha de quedar relegado a un segundo plano. No se lo ha puesto fácil un consejo de administración dispuesto a romper la armonía, pero la buena marcha del equipo ha ayudado a concienciar a los futbolistas sobre el papel deportivo.

El primer síntoma de que Pacheta había calado en el Tartiere llegó al mes de su presentación. El Oviedo derrotó al Alavés un 20 de marzo de 2011 por dos goles a cero y el coliseo azul estalló en un cántico al unísono. El «¡Pacheta, Pacheta!» que los aficionados azules expresaron en dirección al técnico significó la primera manifestación. Algunos meses más tarde, el técnico alcanzó la cima de su éxito mediático en la cabalgata de los Reyes Magos. Pacheta fue designado ayudante del Rey Gaspar en tan especial fecha.

La afición le ha perdonado esta temporada errores que quizá no hubieran sido olvidados con otro técnico. En la cuarta jornada de Liga, el Oviedo sumaba un solo punto, un bagaje muy pobre para un equipo cuyo destino anual es el ascenso o la decepción más absoluta. La afición tuvo paciencia con el equipo y la reacción apareció cuando el agua llegaba a la altura del cuello.