No estaba el fútbol entre las mil primeras preocupaciones de Juan Ramón Pérez Las Clotas, pero era tal su sentido periodístico que a primera hora del lunes ya sabía cómo había jugado el Sporting, si subía o bajaba en la clasificación y otros detalles del partido rojiblanco del día anterior. Porque Juan Ramón era, en definición que usaba con frecuencia para referirse a otras personas de la ciudad, era un gijonés «enragé», fanático en el buen sentido del vocablo francés.

Juan Ramón Pérez Las Clotas, que nos ha dejado ayer a sus juveniles ochenta y ocho años, es uno de los cinco referentes del periodismo asturiano de la segunda mitad del siglo veinte. Fue uno de esos periodistas que dejaron estela en la memoria colectiva de las redacciones, en su caso, principalmente, en LA NUEVA ESPAÑA, a la que llevó a la modernidad en tiempos en los que era difícil ser moderno.

A Juan Ramón lo recuerdo en los primeros setenta del siglo pasado en su despacho del edificio «Arriba» de Madrid, hablando por teléfono con el entonces director del diario bilbaíno «Hierro», a quien dejaba manos libres para gestionar una información. Era entonces subdirector técnico de Prensa del Movimiento, cargo por el que algunos quisieron anatematizarlo y del que nunca renegó. Porque Juan Ramón fue, en la expresión más pura del término, un profesional del periodismo, del mejor periodismo. Baste una pincelada de su compañero en este periódico José Vélez Abascal cuando recordaba que Clotas, como era conocido por los colegas de aquella generación, tiró una carta al director que había enviado al periódico su padre. Un detalle de la mejor ética periodística, un detalle que a un joven periodista se le tenía que quedar grabado de por vida. Un detalle entre los mil que podría recordar ahora Fernando Canellada, dolorido en Las Palmas de Gran Canaria por la pérdida del padre, del amigo, del compañero con el que compartió horas y días en la redacción gijonesa del periódico que tanto aman ambos. Con los dos celebramos el último ascenso del Sporting con el inevitable dry martini que Juan Ramón degustaba en las grandes ocasiones. Juan Ramón rompía su costumbre el día de Begoña y en homenaje a su padre acudía al periódico por la tarde para cumplir el rito que compartía con su padre en día tan señalado para la ciudad de Gijón. El ascenso del Sporting fue para Juan Ramón, que no tuvo nunca el fútbol entre sus mil primeras preocupaciones, como un 15 de agosto que mereció un dry martini. O dos.

Hoy LA NUEVA ESPAÑA y, sobre todo, la edición de Gijón han quedado huérfanas de la sabiduría, del estilo y de la exquisita educación del gran señor de las redacciones, del faro que guió a tantos periodistas hasta sus últimos días cuando las piernas le flaqueaban, que no la mente, lúcida hasta el final. Juan Ramón Pérez Las Clotas es una de esa figuras que merecen de verdad la pena en su vida personal y profesional. Un gijonés «enragé», como él tildaba a algunos de sus convecinos y, como tal, un gijonés universal que hoy reposará mirando al Cantábrica, al mundo.