La fase lunar de a mis vanidades voy, de mis vanidades vengo está en pleno apogeo. Será la cercanía de la primavera o serán los tiempos duros de la deuda, la prima de riesgo o el control imposible del déficit. Algo tendrá la culpa de tal apogeo, damas y caballeros, señoras y señores diputados.

Porque el propio seleccionador nacional, Vicente del Bosque, ha tenido que recordar que en el equipo de España no hay jugadores de padres ricos y padres pobres, que son todos iguales, y que son llamados los que están en mejor forma, en clara referencia a los morritos que pudo haber puesto Fernando Torres, que va camino de ser el traspaso más decepcionante de la historia del fútbol inglés. Sin Torres jugó ayer España ante la Vinotinto de Venezuela en un partido en el que, como estaba previsto, pasó lo que tenía que pasar.

A ver si también pasa lo que tiene que pasar el sábado en Barcelona, adonde llega un Sporting necesitado de puntos para enfrentarse al segundo de la Liga, que no podrá contar con su gran estrella, Messi, y con uno de los puntales en el desarrollo del juego, Sergio Busquets, quien, según el agregado de prensa y portador del telefonillo de Mourinho y de las Alas Pumariño, Eladio Paramés, emula a su padre despejando balones con el puño en el área propia. Los milagros siguen siendo posibles, aunque algún detractor de Javier Clemente afirme no creer en ellos. Porque Clemente, aunque parezca lo contrario, tiene detractores, unos más pintorescos que otros.

Pero los árboles de asuntos intrínsecamente perversos no pueden impedir que sigamos viendo el frondoso bosque del recuerdo de Juan Ramón Pérez Las Clotas, quien, como decíamos ayer, no tuvo el fútbol entre sus mil primeras preocupaciones. La anécdota se quedó fuera ayer, pero sigue tan vigente hoy como el primer día. La cuenta Ladis, amigo del alma del maestro desaparecido: Juan Ramón, subdirector general técnico de Prensa del Movimiento, segundo jefe de más de treinta periódicos, considerado uno de los periodistas mejor informados del país. Arturo Fernández, amigo de ambos, organiza una cena en su casa a la que invita a primeros espadas de distintos ámbitos profesionales y sociales. Juan Ramón, gran conversador, coincide al lado de un argentino también gran conversador y muy simpático. A mitad de la cena, Juan Ramón, en un hábil cuchicheo, pregunta a Ladis quién era aquel argentino tan gracioso y ameno. Ladis no sabía dónde meterse: el argentino era Alfredo Di Stéfano, entonces en la cúspide de su fama y conocido por toda España, salvo por uno de los periodistas mejor informados. El fútbol, en efecto, nunca estuvo entre las mil primeras preocupaciones de Juan Ramón Pérez Las Clotas.

Entonces, como diría él mismo, la vida sigue y los necesitados de puntos son los que han de ir a Barcelona sin un gramo de complejos, en busca de ese gran paso que se espera para una salvación que dista aún de ser imposible. Porque después de Barcelona llegan el Sevilla, el Granada, el Athletic de Bilbao o el Mallorca. Y tantos otros que valen tres puntos.