El 11 de junio de 1997, Michael Jordan escribió una de las historias épicas más impactantes del deporte. En la final de la NBA, Jordan guio a los Chicago Bulls a una esforzada victoria por 88-90 en cancha de los Utah Jazz. Anotó 38 puntos bajo unas circunstancias especiales: había disputado el partido con 39º de fiebre.

Para los expertos en inmunología, la fiebre de Jordan responde a patrones bien conocidos. Durante la etapa más alta de competición el sistema inmunológico es más débil que en otros períodos. Es lo que se conoce como el fenómeno «open window» (ventana abierta), momento en el que los deportistas de élite son más propensos a enfermar por resfriados, infecciones o problemas intestinales. Partiendo de las relaciones entre el deporte de élite y el sistema inmunológico, un grupo de investigadores asturianos se ha propuesto indagar sobre los efectos a largo plazo.

Los Premios Nacionales de Investigación en Medicina del Deporte han distinguido en esta edición el trabajo titulado «Efectos del ejercicio intenso prolongado sobre la respuesta inmune adaptativa en deportistas jóvenes y de edad avanzada», que encierra un estudio de resultados sorprendentes. «Queríamos comprobar si el hecho de hacer deporte conlleva un mejor estado físico en la vejez, pero nos encontramos con un asunto mucho más amplio», explica Rebeca Alonso Arias, del servicio de inmunología del HUCA. Junto a la doctora, comparten el premio Marco Antonio Moro y Carlos López Larrea, investigador y jefe del servicio de inmunología, respectivamente; Benjamín Fernández, del departamento de Morfología y Biología Celular de la Universidad de Oviedo; Francisco Suárez, director médico del área sanitaria del Centro Intergeneracional OVIDA, y Juan Solano, del servicio de medicina interna y geriatría del Hospital Monte Naranco.

La conclusión de su estudio dice que el deporte de alta intensidad está asociado con el envejecimiento del sistema inmunitario. Una idea que no se había planteado en un principio. «Lo primero que hay que dejar claro es que el estudio no dice que hacer deporte sea perjudicial. Ni mucho menos», asegura Rebeca Alonso.

La conclusión médica es que la práctica de ejercicio intenso provoca mayores diferencias en el sistema inmunitario de los jóvenes; efecto que se atenúa con el paso de los años. «El deporte de alto nivel exhaustivo produce, aparentemente, un envejecimiento del sistema inmune y del biológico en general pero se compensa por otras vías», interviene Marco Antonio Moro para aclarar que los presuntos efectos nocivos del deporte intenso pueden ser compensados.

Precisamente, esa manera de compensar el desajuste es la que se abre ahora a la investigación. «Los resultados nos dicen que los deportistas están aparentemente peor, pero usan otros caminos inmunitarios para compensarlo. El deportista se defiende con otros mecanismos, con otras armas», asegura Rebeca Alonso. «Si fuera perjudicial, a los 70 años los deportistas tendrían que estar en peores condiciones físicas, pero eso no pasa», le secunda Marco Antonio Moro.

Para alcanzar las conclusiones que le han otorgado el primer premio, el grupo de investigación escogió cuatro grupos definidos sobre los que actuar: 28 jóvenes deportistas y 30 no practicantes y 15 ancianos deportistas y 30 no deportistas. Para la selección de personal fue decisiva la contribución de Benjamín Fernández. «Entre los deportistas en activo elegí remeros por su accesibilidad y por tratarse de una práctica muy exigente», reconoce el doctor Fernández. Con las personas de edad más avanzada hubo más problemas: el patrón fijado de hacer ejercicio dos horas diarias, durante los últimos veinte años, en mayores de 65 años no es fácil de localizar.

Ahora, la investigación de los asturianos abre nuevas vías. El deporte de élite con un seguimiento completo de todos los aspectos que rodean al deportista puede abrir nuevos campos de investigación a través de la inmunología. «Hay algunos trabajos al respecto, pero ninguno que controle exhaustivamente el aspecto inmunológico», explica Alonso. La relación del sistema inmunológico y el rendimiento deportivo, el papel de la alimentación o comprobar qué mecanismos compensan el aparente deterioro de las defensas son algunos de los campos abiertos a nuevas investigaciones.