La frase clásica de que lo que importa es ganar sin preocuparse de lo que hacen los rivales no vale para los actuales días de un Sporting que tiene que ganar, sí, y ha ganado su partido, pero que tiene que estar muy atento a lo que hacen sus rivales más cercanos. El fin de semana, además del vital triunfo ante el Sevilla de Míchel, no ha sido desfavorable para los intereses rojiblancos: las derrotas de Racing de Santander y, sobre todo, del Granada abren el abanico de la salvación. Hoy queda pendiente el resultado del Villarreal-Getafe que un fino analista preferirá que sea empate, aunque otros apostarán por una victoria del Getafe, para que el Villarreal se quede cerca, o por una del Villarreal para meter al Getafe en el barullo.

Lo que está claro es que la derrota de ayer del Granada de Abel Resino en el Calderón ante un cansado Atlético de Madrid convierte el encuentro del sábado, en la ciudad andaluza, en otra final, otra más, de las que tienen que jugar los rojiblancos hasta el final de la Liga. Habíamos quedado en que los nueve puntos de los diez días que comenzaron su cuenta atrás el sábado pasado podrían ser vitales para los intereses de Clemente y los suyos. El entrenador rojiblanco confesaba después del Sevilla que quiere más goles porque ya no tiene años para aguantar las angustias del sábado. Y tiene razón; ni él ni nadie está en condiciones de soportar noches como aquélla. Para ello, sin duda, pondrá en marcha un plan para que los rematadores rojiblancos acierten más ante los porteros rivales. Se han ido puntos por remates fallidos: el de Colunga ante el Atlético; el de Gregory en Santander, o los de Barral y Bilic ante Palop. Cuatro puntos por lo menos y tranquilidad, mucha tranquilidad. Para el entrenador y para los aficionados rojiblancos que han podido, al fin, celebrar un triunfo con cero goles encajados. Pasaban las semanas y la sangría no paraba entre las simplonas disculpas o los análisis de pacotilla. La realidad es que dejando la portería a cero, las posibilidades de victoria crecen una enormidad. Portería a cero, damas y caballeros, que ya aparecerá un André Castro para marcar el gol de su vida, y tres puntos a la mochila.

Por cierto, si pregunto, ¿molesto?: ¿cómo es posible que haya que estar enseñando a un profesional de veintimuchos o treinta años a golpear el balón en el saque de una falta o a despejar o rematar de cabeza? ¿Es que no se le cae la cara de vergüenza a nadie? Y el concejal de turno, apuntado de forma permanente al club de la comedia en tres actos con guión de José Marroquí.

Mientras, en la zona alta de la Liga el Madrid da síntomas fuera de casa de cierto cansancio. Sus últimos viajes los ha saldado con victorias, pero el juego y los resultados parecen estar lejos de los de hace dos meses. El Barcelona parece haber reaccionado a las decepciones pasadas. Pero el gran debate se centra en una mano de Sergio Ramos o en las frases que se dedican los dos entrenadores en las escaramuzas previas a los que serán los grandes duelos de la temporada. Porque la ventaja del Madrid es grande, pero queda mucha tela por cortar y queda, sobre todo, una Liga de Campeones que ambos desean con todas sus fuerzas. De ahí el amago de duelo entre Guardiola y Mourinho.