Llegó primero el Oviedo. No se había cumplido el primer minuto de juego cuando Juanpa se encontró un balón en el área canaria. Su envío acabó en las nubes. Sería Negredo, otro defensa, el siguiente en intentarlo. Un centro desde la línea divisoria llegó manso al área local. Negredo impactó con fuerza pero escasa colocación a las manos de Lampón.

Para entonces, Martins ya se había erigido en el jugador con más faltas realizadas en el partido. Juanpa y Negredo como principales activos en ataque y Martins como baluarte defensivo: hay días en los que el Oviedo aún es capaz de sorprender.

El césped artificial ya había dado algunos sustos, como en un tropezón de Owona que Negredo se encargó de corregir con una ágil cobertura. Pero escudarse en el terreno de juego resultaría demasiado superficial. La concentración, por ejemplo, no distingue de superficies.

Al Oviedo le costó compensar el balance defensivo. Empezó a llegar el Vecindario con una fórmula más que sencilla: dos contra uno en banda, con incorporaciones constantes de los laterales. Lledó buscó entonces dos aliados infranqueables para mantener su puerta impoluta. Álvaro evitó un remate en boca de gol a la media hora de juego y el larguero un remate envenenado de Moisés al borde del descanso.

El Oviedo alcanzó los vestuarios con el empate inicial en el marcador y la sensación de que necesitaba algo más para llevarse los tres puntos. Lo que ocurriría tras el descanso alimenta la teoría de los fanáticos de lo inexplicable. Subió la temperatura y con ella el ánimo local, consciente de que su campo debe ser la base para salvar la categoría. Se volvió el Oviedo más dócil y previsible (aún si cabe) y entonces llegaron los heridos en combate. Primero calló Rubiato en un mal gesto en la banda. Minutos después haría lo mismo Owona en un golpe con un contrario. Mano negra o consecuencia de alinear a jugadores con problemas físicos, puede tomarse por los dos lados. Pacheta introdujo cambios antes de lo previsto y al equipo le costó reubicarse. Entró finalmente Óscar Martínez por Martins y con el talento sobre el césped llegó la debacle.

El primer gol llega de una presión tímida y desordenada que finaliza en la banda izquierda del ataque local. Con poca oposición, el balón voló por el área azul hasta los pies de Pollo. Primer mazazo. Tendría Juanpa una buena opción en la siguiente opción, pero fue puro espejismo. Con el tanto de Pollo, al Oviedo se lo engulló el abatimiento. En el segundo, de Moisés, la escena fue parecida. Nadie fue capaz de evitar que el balón llegara a los dominios de Yeray Ortega y el taconazo de éste dejó a su compañero solo ante Lledó.

Para redondear una mala mañana, el Oviedo se llevó un castigo excesivo con el tercer golpe al mentón. Esta vez fue Maikel el que culminó una contra de los locales con suma facilidad. Ni el remate postrero de Falcón al larguero ni un chut franco de Nano sirvieron para maquillar el resultado.

Toca semana de reflexión en El Requexón. No lo será tanto porque el sábado llega la cita más incómoda del año (el filial del Sporting) en un momento clave en la temporada. Deberá tomar notas Pacheta de lo ocurrido en las últimas salidas de los azules, saldadas con decepciones bruscas en el momento en el que hay que dar la cara. No parece una situación alarmante de cara a meterse entre los cuatro primeros (el objetivo está a dos puntos) pero sí se presenta como una cuestión trascendente de cara un hipotético ascenso.

Cuando las pulsaciones suban y los errores paguen con la eliminación convendría no abundar en errores tan evidentes. Antes de que llegue ese momento queda el duro trance de meterse entre los cuatro primeros. Tras la jornada de ayer, el cuarto puesto queda ahora a dos puntos, a falta de diez partidos para el final de la Liga regular.