El filósofo alemán Peter Sloterdijk pide la creación de una Constitución común para todos los habitantes del planeta Tierra, y eso incluye a humanos, máquinas, plantas y animales. Se trataría, dice Sloterdijk, de construir una Constitución ontológica que tenga en cuenta a todas las partes. Nuestro autismo humanista quizá resultará herido, pero sólo será un dolor pasajero y, además, el hombre es muy numeroso y ha dejado de ser importante. Humildemente, pido también una Constitución futbolística común para todos los habitantes del planeta Tierra, y eso incluye a futbolistas, futboleros, máquinas, plantas y antifutboleros. El autismo futbolero en el que viven muchos aficionados quizá resultará herido, pero sólo será un dolor pasajero y, además, el futbolero es tan numeroso que ha dejado de ser importante.

El nuevo reparto ontológico que propone Sloterdijk sería el siguiente: Dios y las máquinas entrarían en el ámbito de los monstruos, luego estaría el ser humano y luego la naturaleza, pero en el sentido antiguo, antes de la manipulación genética.

La capa ontológica de lo monstruoso, aunque sea desagradable decirlo, sería la superior. El reparto futbolístico sería algo así: Messi, Cristiano Ronaldo y los demás dioses que llenan el cielo del fútbol, junto con las máquinas que vigilarán si la pelota traspasó o no la línea de gol, entrarían en el ámbito de los monstruos. Luego estarían los futboleros, acostumbrados a ver varios partidos de fútbol a la semana, a sufrir con las derrotas de sus equipos, alegrarse con las victorias y ver penaltis o fueras de juego en función del color de la mirada. Y, por fin, estaría la naturaleza, que incluiría a los no futboleros y también a las plantas, pero en el sentido antiguo, antes de que la manipulación de los medios de comunicación convirtiera al fútbol en mucho más que la cosa más importante de las cosas menos importantes, antes de que esos medios de comunicación y esa manipulación impidiera a los no futboleros mantener con el mundo del fútbol la misma distancia ontológica de la que disfrutan las plantas. Lamento llevar la contraria al jugoso y polémico Sloterdijk, pero creo que, tratándose de fútbol, la capa ontológica de la naturaleza antifutbolera es la superior.

Me gusta tanto el fútbol que considero que ha llegado el momento de poner límites constitucionales al fútbol. Está muy bien que haya dioses como Messi que no necesitan ganar un Mundial, como defiende Ronaldo Nazário de Lima, para demostrar que ya están en el Olimpo del fútbol, como Pelé, Maradona o Cruyff (que, por cierto, no ganó ningún Mundial con Holanda). Entiendo que el fútbol termine llenándose de máquinas que limiten la influencia de los errores arbitrales en el resultado de un partido, aunque los periódicos deportivos harán bien en temer a la tecnología aplicada al fútbol tanto como las revistas de cotilleos temen a un famoso que se declare seguidor del imperativo categórico de Kant. Me parece bien que los futboleros podamos ver varios partidos de fútbol a la semana, y me parecería estupendo que Teledeporte retransmitiera los partidos de la Premier League y hasta de la Liga japonesa, pero si los recortes en la televisión pública apuntan a Jordi Hurtado y «Águila roja», el fútbol inglés y el fútbol japonés tendrán que esperar. Pero me gustaría, entendería y me parecería bien que el fútbol dejara de ocupar un espacio y un tiempo indecentemente largos en los telediarios y en nuestras vidas. Me gustaría que los no futboleros no tuvieran que huir de las polémicas Barça-Madrid como algunos huimos de las declaraciones de Belén Esteban. Entendería que la información del fútbol tuviera que ser encontrada por el futbolero, y no que salga al encuentro de futboleros y no futboleros como un león hambriento sale al encuentro de un explorador despistado. Y me parecería bien que los que no disfrutan del fútbol pudieran ver el fútbol con la misma distancia e indiferencia con la que las plantas soportan los clásicos Barça-Madrid.

Si no incluimos a las plantas en la Constitución futbolística y no concedemos prioridad ontológica a los no futboleros, el fútbol morirá de éxito. Quiero que los no futboleros me ignoren, no que me odien.