Definitivamente, parece que el Sporting de Javier Clemente se ha encomendado a El Molinón para asegurar la permanencia, que ayer pareció alejarse. Porque el partido de Granada fue el peor desde que el entrenador vasco llegara a Gijón. Tan pobre fue el juego del Sporting que al borde del minuto 20 de juego ya perdía por dos a cero. Un regalo a los dos minutos de juego, porque un regalo es que se abra una barrera en una falta lateral e intrascendente, convirtió el partido en una especie de festival local. Mendy y Trejo dejaron el hueco por el que Martins metió el balón que sorprendió a todos, empezando por los espectadores del Nuevo Los Cármenes. El Granada, dueño y señor del campo, encontró en el temprano gol la ventaja con la que sueña cualquier equipo que se siente apurado. Y lanzó una ofensiva sobre la portería de Juan Pablo que dio frutos antes de la media hora, cuando Siqueira, un buen lateral zurdo, encontró una autopista para encarar al portero del Sporting, marcar el segundo gol e irse a celebrarlo con la novia, situada al borde del campo, quizá esperando el beso del goleador. Visto para sentencia.

El Sporting no fue capaz de enhebrar una sola jugada de ataque, zona en la que Barral fue un náufrago al que no le llegó un solo balón en condiciones de jugarlo o rematarlo. Un cabezazo desviado del gaditano en el saque de una falta fue la única ocasión clara de gol de los ayer blancos, pero este Sporting anda escaso de acierto en los remates de cabeza.

Lesionado Roberto, la portería del Granada no está defendida por los guardametas más solventes de Primera, pero hasta bien avanzada la segunda mitad no hubo peligro para los locales. Un remate fallido de Trejo y el gol tardío, cuando ya no había tiempo para más, de Colunga fueron los remates de un equipo que nunca dio la impresión de poder con el partido y no digamos con el rival. No tiene el equipo el cuajo suficiente para darle la vuelta a un partido que se pone en contra apenas iniciado.

El gol de Colunga, un bello gol, sirve para ganarle al Granada el coeficiente particular, pero es escaso consuelo para una afición que soñó con la victoria. Porque algo habrá que rascar fuera de casa, ya que El Molinón es propicio, pero un tropiezo llega cuando menos falta hace.

El Sporting de Granada recordó al peor de la etapa anterior, con una preocupante falta de ideas en ataque y un vacío en el centro del campo que se solucionó en cuanto apareció por allí el imprescindible Nacho Cases. Suyos fueron los pases de la ofensiva final que de haber dado fruto antes quizá hubiera cambiado el signo del partido, dado el cansancio de un Granada que se había vaciado y que se ha hecho con los tres puntos para poner tierra de por medio con el trío del descenso. Ahora los rojiblancos tienen que colgarse de El Molinón, adonde llegará el miércoles el Mallorca de Joaquín Caparrós, vencedor en la última visita y provocador del principio del fin de la máxima autoridad, deportiva, por supuesto, anterior. Porque las decepciones coperas suelen traer consecuencias en Gijón. Por lo demás, la historia de las derrotas en Granada se mantiene pese a los años transcurridos desde la última. Hay tradiciones muy difíciles de romper, y esta es una de ellas.