En la Fórmula 1 se pasa con demasiada facilidad del blanco al negro, del negro al blanco. De la desesperación por una nefasta tanda clasificatoria el sábado a la euforia por una gran carrera el domingo. Es peligroso, como en todo, ir de un extremo al otro sin detenerse en los grises, sin dar tiempo a la reflexión. Así, un simple análisis resultadista invitaría a pensar por lo visto el sábado que Ferrari no tenía nada que hacer, pero por lo de ayer que sí podría estar esta temporada en el ajo; que la decimosegunda plaza de Fernando Alonso en la clasificación fue fruto de una mala tarde y que el quinto puesto dominical abre las puertas al optimismo.

Vale. Alonso nos ofreció ayer una ración de «ilusionina», brebaje reconstituyente que siempre agradecemos los aficionados. Pero convendría no olvidar que lo que ocurrió en Albert Park no fue sino una nueva sesión de magia del piloto asturiano, que del «nada por aquí, nada por allá» sacó diez puntos para inaugurar la temporada. Diez puntos gracias a sus manitas, no al potencial de un F2012 que Massa no logró llevar más allá de media tabla antes de su precipitado final. El brasileño rodaba decimotercero cuando tuvo el encontronazo con su compatriota Bruno Senna que dejaba a ambos fuera de la función.

La de Alonso, conviene decirlo pronto, fue una carrera excepcional. Sin alardes, pero perfecta. Salía en medio del pelotón -decimosegundo- y supo encontrar el hueco menos conflictivo para salvar ileso el campo de minas en que se convirtió la primera curva y que ya se cobraba las dos primeras víctimas: el alemán Hülkenberg (Fonde India) y el francés Grosjean (Lotus), un joven piloto que no supo gestionar su tercera plaza en la parrilla. Entre toques, cruces y sustos ganó cuatro plazas el asturiano. Luego tuvo la enorme virtud de encontrar una velocidad de crucero aceptable que le llevó, con solo un par de adelantamientos en pista -Maldonado y Pérez- hasta una quinta plaza final de ensueño, aguantando en el tramo final el soplido en el cogote de Maldonado y su Williams, un coche que ha dado este año un tremendo salto adelante, hasta que el venezolano, en su ímpetu, cometió un error. Soltó gas con la rueda sobre el piano y acabó empotrándose en uno de los muros laterales.

Quinto ilusionante el de Fernando Alonso en la primera cita del año, sí, pero a un mundo de los McLaren de Button (más de un segundo por vuelta le sacó al ovetense desde la retirada del coche de seguridad), brillante ganador, y Hamilton y de los Red Bull de Vettel y Webber. Puede haber cambio de jerarquía en el «Circo» o al menos una lucha desconocida en los dos últimos años, en los que Red Bull no tuvo más enemigo que a sí mismo.

Hamilton había logrado la pole pero en apenas un centenar de metros Button ya le había robado la cartera. Salió el campeón de 2009 en cabeza de la primera curva y en cabeza completó toda la carrera salvo el par de vueltas en las que entró a cambiar neumáticos.

Este año los McLaren tienen alas. Tenía buenas razones Hamilton para mantener el sábado, tras haber logrado la pole, que «no sólo tenemos el coche más bonito, también el más rápido». Y ojo, McLaren es tradicionalmente de las escuderías que mayor margen de mejora consiguen a lo largo de la temporada.

Comenzó, en definitiva, un nuevo Mundial con una carrera entretenida -que es más de lo que muchas veces puede pedirse a la F1- en la que no faltaron adelantamientos, excursiones por la hierba, trompazos contra el muro ni coche de seguridad. Una carrera culminada con tres campeones en el podio -Button, Vettel y Hamilton- y con un Alonso que nos ofreció otra sesión de magia y una nueva dosis de placebo para la ilusión. Ojalá, como apuntó ya el asturiano, no haya que esperar este año a la novena carrera para verlo luchar por la victoria.