La frase ya circula por El Requexón como ejemplo de una progresión imparable: «Pelayo ha pasado de tractor a camión». «Tractor» es el apelativo que a modo de broma utiliza el vestuario para referirse a Pelayo Novo García (Oviedo, 1990), el futbolista que en palabras de Pacheta «ha experimentado la mayor evolución desde que soy entrenador del Oviedo». Su tanto ante el Albacete, el sexto en lo que va de año, le sirvió para convertirse en el centro de los focos mediáticos. Pero su importancia en el equipo venía de lejos.

Los piropos de Pacheta al centrocampista en la rueda de prensa posterior al choque no cogieron a nadie por sorpresa. Esta temporada, Pelayo es clave en el sistema ideado de Pacheta. Centrocampista físico, de despliegue en ambas áreas -un «box to box» que dicen en el fútbol británico-, sus condiciones parecen adecuarse perfectamente a la propuesta de Pacheta. Pero la situación de Pelayo con el actual técnico no siempre ha sido así.

Existe un momento clave en la temporada pasada. El 24 de abril del año pasado, el Oviedo se enfrentaba al Caudal en Mieres sin objetivos aparentes en el horizonte -el club desconocía que tenía opciones de clasificarse para la Copa del Rey-. Para la cita, Pacheta no podía contar con Aitor Sanz ni Pascual, habituales pivotes en su esquema desde su llegada. A pesar de los antecedentes, Pelayo no disputó ningún minuto: Marc Castells y Gonzalo actuaron como pivotes. Lo que para otro jugador podría haber significado una puerta que se cierra a su futuro, para el ovetense se convirtió en un motivo más para el trabajo.

El nombramiento de Pacheta había cogido a Pelayo en una situación incómoda. Ni el equipo ni él atravesaban el mejor momento de la temporada cuando José Manuel Martínez decidió dar un paso al margen. Pelayo ha cargado desde sus primeros pasos en el club con el pesado lastre de ser considerado la última perla de El Requexón.

Los precedentes se encargaron de añadir más presión al joven. Con Mata y Cazorla buscando fortuna desde edades muy tempranas lejos de Oviedo, Adrián López y Michu se habían convertido irremediablemente en el símbolo del renacimiento azul. Pero un Real Oviedo herido no pudo aguantar semejantes talentos. Los focos pasaron entonces a fijarse en Pelayo.

Tras sus primeros pasos en el primer equipo se intuía un gran jugador que con Pichi Lucas alcanzó una madurez poco común a su edad. Por eso extrañó tanto que la temporada pasada no se le viera tan suelto como antes, se echaba en menos más desparpajo. Tampoco la llegada de Pacheta significó un cambio definitivo. Su preferencia por Aitor Sanz y Pascual dejaban a Pelayo en segundo plano. El partido de Mieres caló en el ánimo del canterano.

Todo cambió esta temporada. Desde los primeros compases del verano se ha visto a un Pelayo físicamente imponente y con personalidad a la hora de elaborar. La pareja que forma con Aitor Sanz es la apuesta más segura de Pacheta para el doble pivote.

El domingo, la ausencia del madrileño abría un hueco en el once. Pacheta no lo dudó: jugaría Jorge Rodríguez porque es el que mejor casaba con el estilo de Pelayo. El experimento funcionó. El gallego se dedicó a las labores de intendencia mientras Pelayo mostraba su despliegue físico y futbolístico. El Albacete poco pudo hacer. Pacheta celebró el partido del canterano, el éxito del jugador que algunos meses antes en Mieres se había convertido en la última opción para el centro del campo. Cosas del fútbol.