Oculto tras un cuerpo escultural se esconde un competidor nato. Pocos jugadores a lo largo de la historia han gozado del gen ganador de Cristiano Ronaldo. En su carrera por un hueco en el Olimpo del fútbol, el portugués se ha encontrado con dos enemigos voraces: su exagerado egocentrismo y un argentino bajito con aún más dosis de talento. Pero, dejando prejuicios y comparaciones absurdas a un lado, Cristiano es un jugador descomunal. Lo volvió a demostrar en el escenario más caliente que se recuerda en meses. Los que argumentaban que el luso se encoge en los momentos claves cada vez encuentran más motivos para rumiar otros defectos. El hambre de la bestia portuguesa -tres goles y una asistencia- les valió a los blancos para silenciar al Calderón, sumar tres puntos vitales en la lucha por la Liga y mandar un mensaje nítido al Barcelona: el Madrid no regala la Liga. Queda claro después del 1-4.

El partido tuvo todos los elementos deseados para levantar al aficionado del sofá: tensión, color, lucha, vikingos e indios, fallos, polémica y fútbol a ráfagas. Salió el Atlético bien plantado, dejando claro que se siente más cómodo con espacios. Y los rojiblancos empezaron a llegar con asiduidad al área rival. Falcao, en un par de ocasiones, y Tiago gozaron de las mejores oportunidades. El Atlético escuchó la música y se disponía a bailar. Entonces llegó el mazazo.

Por dónde podía venir el golpe apenas se intuía. O sí, si se atiende a los precedentes en los derbis. No figura Courtois en la lista de sospechosos rojiblancos, pero el virus madridista no deja a nadie inmune. Torres, santo y seña atlético durante muchos años, vivió una sequía goleadora ante Casillas digna de un expediente X. También a De Gea se le recuerda algún error de bulto en los últimos derbis, como aquella estatua en una falta lateral de Özil. Más o menos el mismo papel interpretado ayer por Courtois. El disparo de Cristiano era potente sin llegar a misil, aproximado sin llegar a colocado; nunca imparable. El portero atlético no leyó la trayectoria y el Madrid se adelantó con el latigazo del luso. La bestia gritó. Por primera vez.

Superada la interrupción de Cristiano el partido volvió a su escenario habitual, con más ruido que daños constatables. Sólo Benzema rozó el gol antes del descanso. Entre el barullo en el que se convirtió la primera parte, el espectáculo encontró momentos de emoción en los pies de Perea. Se podría considerar alergia al cuero si no fuera porque los balones son hoy en día de material sintético. Cada balón cedido al colombiano se convirtió en una invitación demasiado golosa para la delantera madridista.

El peligro del Atlético aumentó en cada balón aéreo. Falcao lo remata todo. Sean balones a ras de suelo, centros blanditos, rechaces en el área o pianos de cola, el colombiano siempre logra impactar con el objeto en cuestión. Lo demostró a la vuelta del descanso. Un centro milimétrico de Adrián llegó a la cabeza de Falcao. Remate sin aparente esfuerzo y vuelta a la igualdad en el marcador.

Fue entonces cuando reaccionó el Madrid. Conscientes de que lo que había en juego era algo más que tres puntos -la posibilidad de que el Barça dependiera de sí mismo para ganar la Liga, por ejemplo-, los blancos apretaron. Un disparo de Coentrão y un cabezazo de Pepe precedieron a la segunda entrada en escena del hombre más voraz. Cristiano controló en la frontal y dibujó una parábola imposible ante la que nada pudo hacer Courtoise. No debería figurar este tanto en la lista de fallos del meta belga.

El tanto sentenció al Atlético e hizo revivir viejos fantasmas. Sólo Adrián parecía aportar algo de lucidez en las incursiones atléticas, pero la fe no era la misma del comienzo de partido. A Cristiano aún le quedó tiempo de mirarse en el espejo una vez más. Godín atropelló a Higuaín en el área y el árbitro señaló penalti. El portugués no dejó pasar la oportunidad de sumar su gol 40 en la Liga y desbancar a Messi en la lucha por el «Pichichi».

Pudo el luso anotar el cuarto, pero Courtois interpuso el cuerpo entre el madridista y el póquer. Captado el mensaje, Cristiano decidió concederle el placer a Callejón. Un balón del luso dejó al canterano ante la meta atlética y no perdonó. El uno a cuatro sonó tan convincente que hasta el fogoso Calderón pareció silenciarse.

El Madrid cerró su visita a uno de sus rivales acérrimos con una autoridad que pocos le presuponían. El camino hacia el título es ahora más cómodo. La renta de cuatro puntos parece tan importante como el impulso moral conquistado en el Calderón. Guiado por el instinto de Cristiano Ronaldo, un coleccionista de récords decidido a no dejar escapar ningún logro colectivo esta vez, el Madrid ve más cerca la Liga. Así se percibió en el grito de la bestia cuando finalizó el partido.