Fernando Alonso, como buen asturiano, está acostumbrado a la lluvia. Dos semanas llevamos aquí en las que es peligroso separarse del paraguas. Amagan las nubes de vez en cuando con abrir una puerta al sol, pero como te confíes te calas hasta los huesos. Lluvia como buen asturiano había pedido el ovetense para la carrera de ayer en Shanghai, consciente de que el poder de su Ferrari sigue lejos, muy lejos, del de sus competidores. Tan lejos o más de lo que estaban hace tres semanas pese a las cacareadas «cinco mejoras» para el F2012 anunciadas desde Maranello para esta tercera cita del año. Lluvia como en Malasia o, al menos, una carrera dominada por el caos como en Australia, porque ya se sabe que a río revuelto ganancia de los más listos. Pero ni lluvia, ni caos. Es más; ayer en el circuito de Shanghai se vivió la carrera más «limpia» de muchos años. Muchísimos. No es que no saliera el coche de seguridad, es que ni siquiera se vieron banderas amarillas. Ni un incidente que analizar, si una sanción que imponer? El desastre para Ferrari.

Así, pasó lo que tenía que pasar. Alonso salió noveno y noveno finalizó, en tanto Nico Rosberg, que tenía la pole, confirmó que el nuevo invento de Ross Brawn para Mercedes (el conducto S, una variante del prohibido conducto F al que ninguna otra escudería consigue encontrar el secreto) va a ser clave en la temporada. Rosberg, así, conseguía una incuestionable victoria con más de 20 segundos de renta sobre el segundo. La primera de su historial y la primera de las «Flechas de plata» desde que el argentino Juan Manuel Fangio ganara en Monza en 1955. Sus gritos a través de la radio, sus saltos de alegría tras la carrera, su enorme sonrisa en el podio estaban más que justificados. No sólo había ganado sino que había recuperado el valor de la leyenda para Mercedes.

No fue redondo el día para la casa alemana porque una tuerca mal colocada en la rueda trasera derecha de su monoplaza acabó con la carrera de un Michael Schumacher que «olía» el primer podio desde su regreso al Circo. Sin Schumacher, y tras un final de carrera espectacular, el podio lo completaban los británicos Button y Hamilton al mando de unos McLaren que combinan como nadie hasta ahora potencia con fiabilidad. De ahí su mando tanto en la tabla de marcas como de pilotos.

Hubo momentos en los que la partida de ajedrez de las estrategias en las que se había convertido la carrera y el paso por los garajes para cambiar neumáticos propiciaron tantos cambios de posiciones que llegamos a pensar que Alonso podía repetir el truco de magia de Melbourne y Sepang. Llegó a situarse el asturiano tercero antes de su primer cambio de ruedas; volvió decimotercero a pista y recuperó hasta la cuarta plaza, y salió undécimo tras el segundo cambio. No tuvo suerte y siempre quedó en medio del tráfico con un coche que no despunta por su punta de velocidad. Logró, sí, adelantar a «Checo» Pérez y a Raikkonen, pero cuando lo intentó con Maldonado cometió el primer error de la temporada. Se quedó en la parte externa de la curva y se le acabó la pista. Menos mal que había una escapatoria cómoda y pudo conservar los dos puntitos y la misma novena plaza del inicio.

El liderato del asturiano en el Mundial fue bonito mientras duró, que no fue mucho. Pero es lo que hay. El invento del amortiguador delantero del F2012 ha resultado un fiasco y en Maranello trabajan otro año a rebufo del resto de escuderías. Ahora el reto es copiar cuanto antes y lo mejor posible el conducto S, el ingenio del genio Brawn. Mercedes está de vuelta y el Mundial gana en emoción en proporción directa al aumento de candidatos.