Si antes de ayer su mujer le anunció que estaba embarazada; si antes de ayer su marido le declaró amor eterno; si antes de ayer su hijo le dijo que le quería un güevo; si antes de ayer creyó que «Intereconomía» comenzaba a ser un canal serio, empiece a pensar que todo lo bueno en este mundo lo provoca un señor que es medio tunecino y medio alemán por la gloria de sus padres. En alguna parte del mundo, a un niño le empezó a salir bigote y, en la otra, Khedira marcó un gol. Esto no es una película de Iñárritu, sino un suceso simultáneo que ocurrió anteayer de forma encadenada y que provocó la puñetera locura entre el madridismo. Charlie Sheen liga con una prostituta y, a un tiempo, Khedira trompica un balón a Puyol, lo empuja y el esférico entra. Locura de coincidencias que desembocan en que el señor que tenía delante en el bar se ponga hiperrojo, se agarre el pecho y celebre su condición merengue y cardíaca antes que el primer gol: «Madrista soy, soy madridista, Dios, qué madridista soy, soy madridista, ufff, qué madridista, me duele de ser madridista, joder, madridismo llevo, qué blanquísimo, blanco, qué madridista soy? Goooooooolll».

Qué sensación de enterrar a una bestia negra por una casualidad medio tunecina, medio alemana. Los madridistas entramos al Camp Nou como el Rey al salir de la clínica y salimos como Bertín Osborne al entrar en un escenario. El subidito «viagril» dura aún. Hasta principios de la década pasada, el Madrid era un yonqui de las victorias, pero la droga se acabó tan rápido como lo blanco de la Nocilla en una casa normal. Aunque ya lo hayamos dicho, lo repetimos: piensen en todos esos pipiolos blancos que no han visto todavía al Real Madrid ganar de verdad. La solución a nuestra realidad basura la ha dado un Mourinho utradefensivo que confirma, de golpe y porrazo, su método y vuelve a mandar (por mucho que sea una victoria brutalmente importante) al bendito Karanka a la rueda de prensa.

El problema de depender del toque Kedhira es como el de salir un sábado por la noche. Nunca sabes, a ciencia cierta, si vas a tener suerte. Por eso, a pesar de que el gordo de mi lado se lamiese los michelines de madridismo exaltado, no se puede estar del todo seguro con la visita del Bayern. El pie de Kedhira no aparece siempre, y la cagada de Puyol, menos.